
En ese momento pensé que se trataba de una broma muy mala relacionada con las clásicas tres bes (bueno, bonito y barato), pero Oriol -o tal vez Santiago- se aprestó a sacarme de mi error. Las tres pes de los abogados son, textualmente, “parents, putes i pobres“. No creo necesario traducirlo al castellano, idioma al que es aplicable el acrónimo, por equivalencia de iniciales.
Mientras que en otros despachos mis compañeros hacían fotocopias, ponían cafés o bajaban a por el periódico, yo me pegaba en los Juzgados o a través del teléfono con los pepepés. La verdad, lo prefiero así.
Cuando hace dos años y diez meses fundé e-contratos junto con Jordi y Javi, acordamos que intentaríamos mantener los pepepés al margen para evitar conflictos personales y pérdidas inexcusables de tiempo. Puedo decir sin ningún tipo de rubor que durante los primeros seis meses prácticamente sobrevivimos a base de pepepés y que aún hoy tenemos en nuestra cartera de clientes varios asuntos que podríamos englobar en esta categoría.
Los pepepés están directamente vinculados con dos principios básicos -algo así como meta axiomas- de nuestra profesión, que en muchas ocasiones se encuentran en franca contradicción: por una parte el aforismo muy cierto según el cual “quién se defiende a sí mismo, tiene a un tonto por abogado“; por otra parte, nos encontramos con la “función social del abogado“, que nos hace preocuparnos más de lo que nos gustaría por problemas de personas cercanas, lo que nos lleva a incurrir en una triple voltereta con looping y salto mortal hacia atrás: nos encargamos de asuntos terriblemente aburridos, no porque queramos, sino por infringir de forma plenamente consciente un principio con el que estamos de acuerdo hasta sus últimas consecuencias.
La práctica del derecho en muchas ocasiones constituye un esfuerzo consciente y duradero en el tiempo de autoflagelación racional; sin embargo, lo peor de ser abogado es, precisamente, no serlo. Cuando en primero de carrera me hablaban de la función social del abogado, siempre pensé que eso no iba conmigo.
Ahora veo las cosas de otra manera; ahora entiendo que gracias a esos malditos pepepés, en los que vertí buena parte de mi ilusión de abogado primerizo, hoy he desarrollado una capacidad que suele ser innata en cualquiera de los que amamos esta profesión y que nos lleva a desvivirnos por los asuntos menos lucrativos para nosotros, cuando realmente son importantes para nuestros clientes. Excepciones haylas, como las meigas, claro, pero por suerte son eso, excepciones.
No sé si alguno de vosotros ha tenido alguna vez la oportunidad de ofrecer consuelo o esperanza a alguien que creía haberlo perdido todo o de ofrecer una solución a un desconocido que ha entrado en tu despacho con cuatro papeles arrugados entre sus manos temblorosas, después de pasarse tres noches en vela reuniendo el coraje necesario para acudir a un abogado que alguien le había recomendado.
En esas ocasiones, cuando te parece vislumbrar un atisbo de luz o de esperanza en los ojos de esa persona que te mira agradecida y te ofrece lo que sabes que no tiene, es cuando realmente uno se siente satisfecho por desarrollar su profesión, por ser abogado y por conocer un campo que otros miran con el temor reverencial propio del desconocimiento.
Mi especialización en materia de derecho informático y de las nuevas tecnologías me ha llevado a despegarme un poco de esa realidad, por lo que mi trabajo es hoy más aséptico, más frío, menos personal. Sin embargo, de vez en cuando seguimos recibiendo a personas que llegan a nuestro despacho asustadas en busca de alguien que le diga que mañana no va a ser el último día de sus vidas.
Es entonces cuando coges fuerzas de flaqueza, cuando piensas en que esa noche y la noche siguiene y la siguiente vas a dormir menos que Marco el día de la madre por un asunto con el que no vas a conseguir pagar ni la gasolina del coche para ir al juzgado, y te ves a ti mismo diciéndole con firmeza que mañana no será el último día de su vida. Al menos, no si depende de ti.
Los pepepés son una putada, pero no sabríamos vivir sin ellos…
Me ha emocionado leerte y espero,que no pierdas nunca esa capacidad de”abogado de las causas perdidas”!!!!!!Realmente,llenan de satisfaccion y te hacen mejor persona.Todo consiste,en saber compaginarlo con lo que realmente te da de comer!!!!!!Un besote
Luis, al igual que Majo, me siento muy, muy orgulloso de ti, mucho mas de lo que imaginas!!!Tu eres asi, algo realmente extraordinario , los que te conocemos bien, no estamos orgullosos de ti simplemente, te ponemos como ejemplo, como ejemplo de una persona que “sabe estar”.Es mucho mas gratificante como persona, el decirle a este pobre hombre con sus “papelitos arrugados y manos temblorosas” que mañana no sera su ultimo dia, que ganar un millon de euros defendiendo a Coca-Cola, si existe la “justicia”, bien sea divina u otra, porque la verdad, la que se “anuncia” en eso que se llama Codigo Civil, Penal u otros, y generalmente malinterpretada por eso que creo se llaman Jueces, digo bien normalmente, esta todavia por demostrar que exista…, no me cabe la menor duda que tendras tu recompensa mas tarde o temprano.Sigue asi, Luis, no desfallezcas, los que te conocemos desde que naciste, a veces, mostramos una sonrisa al pensar en ti, porque eres unico y es preciso sonreir al recordarte.Le doy gracias a Dios por tenerte mas o menos cerca.
Sólo puedo decirte una cosa. Enhorabuena. Por motivos personales me ha recordado a un caso muy cercano a quien, por cierto, le he enviado tu enlace para que te visite…Un saludovalenciaaldia.blogspot.com
Gracias a todos por vuestros comentarios; no me gusta entrar en terrenos demasiado personales en este blog, pero de vez en cuando no está mal echarse un vistazo a la mochila para ver con qué cuenta cada uno por la mañana antes de echarse a andar, ¿verdad?. Me alegro de que que os haya gustado este post. Intentaré seguir escribiendo cosas interesantes para vosotros!! Un abrazo, Luis.
Tengo que admitir que yo soy un enamorado de las 3 P y la verdad es que no se bien por qué, ya que lo normal en estos casos es currar mucho, cobrar poco (o nada) y encima tener que aguantar comentarios de estos “clientes” que bien se podrían bien ahorrar. Pero esto es lo que hay, yo como creo que tú también, soy un enamorado de la función social del abogado. Nota mental: “El Alma de la Toga” como libro de cabecera…siempre.
Emocionante, cercano, y hace que recargues pilas.Entré al blog por ver que se cocía en el certamen de Alcoy, pero como soy compañero de profesión, me puse a bucear un poco en él, y la verdad es que de la sonrisa inicial con que empecé a leerlo se transformó en un pellizco al alma de los que hemos vivido esos “no si de mi depende”…Un saludo.Pin.Tuna Derecho LeónTuna Universidad León
Gracias Pin, me alegra que te hayas sentido identificado, eso significa que tienes ilusión por tu trabajo. Seguro que conoces compañeros que nunca han experimentado algo así. Debe ser muy triste pasarse quince horas diarias haciendo algo que te deja indiferente, no?Un saludo.
Pues de todo tenemos en ésta profesión, jejeje, como en Botica… Un saludo, y a pesar de que creo que no nos conocemos (ya sabes que ésto en el negro mester nunca se afirma del todo) espero poder saludarte en persona en algún evento.P.S. Enhorabuena por la parte que te toque del Certamen de Alcoy.PinTULe