
Personalmente no me voy a pronunciar acerca de la posibilidad o la conveniencia de que Valencia cuente con un circuito urbano -al estilo de Mónaco- dentro del circo de la F1. Este año acudí a Cheste al campeonato del mundo de motociclismo y me encantaría que también viniesen los coches, al circuito, a la ciudad o a dar vueltas a mi manzana. De esta última forma, además, me ahorraría la entrada.
Lo que resulta fascinante es comprobar cómo cambia nuestra percepción por el hecho de que un español consiga el título mundial en una disciplina deportiva, en este caso, la Fórmula Uno. Imagino que algunos miles de personas ya seguían el campeonato en nuestro país antes de la llegada de Alonso, pero si alguna de esas personas se hubiese perdido por el mundo durante los últimos dos años y, de repente, apareciese en Valencia y se encontrase con entre doscientas y trescientas mil personas en la calle concentradas sólo para ver la presentación de un equipo, no daría crédito a sus ojos.
Es difícil de comprender por qué de repente todos los españoles nos volcamos en la Fórmula 1, sólo porque un español sea el mejor en esa disciplina; pero el hecho es que es así, y ahora sigo con pasión unas carreras de las que hace unos años apenas conocía su existencia. Quizá sea sólo porque necesitamos referentes, líderes o ejemplos, o simplemente porque aprovechamos la mínima ocasión que se nos presenta para aborregarnos.
Por mi parte, le deseo toda la suerte del mundo a Alonso y espero que siga haciéndonos pasar momentos tan buenos como los que nos ha regalado durante los últimos dos años. Amunt Fernando!
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