
Tras el paseo, hicimos un breve recorrido por el parque natural de Timanfaya, donde asistimos a algunas pruebas que demuestran la existencia de actividad en el interior del volcán. Esta visita constituía uno de mis pocos y vagos recuerdos de mi anterior visita a la isla de hace 24 años, por lo que me hizo especial ilusión volver a ver a los guías echando cubos de agua dentro de tubos excavados en la roca, o el interior del horno construido con basalto para asar la carne directamente con el fuego del volcán, algo me pareció tan kitsch como curioso e innecesario.
El siguiente paso en nuestra excursión fue La Geria, región vitivinícola del interior de la isla, donde el cultivo de la vid es un auténtico arte, ya que las condiciones climáticas obligan a fortificar las parras, para evitar el sol y el viento. El jueves, ya a punto de marcharnos, volvimos a esta zona a comprar un vino blanco que nos pareció excelente, en las bodejas Bermejo. Al tratarse de zonas protegidas, no permiten colocar carteles ni indicaciones por lo que me parece que lo más práctico es pedirlo por teléfono o e-mail.
Para acabar la jornada, el sátrapa de nuestro guía nos llevó a comer a un antro llamado “la esquina” donde nos alimentaron a base de potaje de garbanzos, pollo rebozado y plátanos sudados; por suerte no había aire acondicionado, el agua estaba caliente y el vino aguado, porque, con los 47 grados que hacía fuera -y adentro- del comedero, no era cuestión de hacer las cosas agradables. Fue una verdadera lástima, porque la excursión verdaderamente mereció la pena.
La llegada al hotel, con ese calor y el aire acondicionado estropeado, fue de las que hacen historia, pero no perdimos el humor y conseguimos que nos cambiasen al hotel que comentaba antes, donde vivimos otras peripecias interesantes; más datos, en próximos posts, porque ahora me voy a ver la película de los Simpson!!
Deja un comentario