Hoy ha sido un día largo en Chengdu; ayer me acosté a las 3,30 de la mañana y a las 07,30 ya estaba desayunando.
Los españoles tenemos fama de tardones en China, y eso se nota en que la organización del evento suele enviarnos a cada una de las empresas españolas entre 3 y 5 personas 15 minutos antes de los eventos, para obligarnos a organizarnos y salir con tiempo suficiente.
Aún así, hemos sido el último autobús en llegar al EU Project Incubation Center (EUPIC) de Chengdu, un edificio enorme y muy bien decorado para la ocasión, donde he pasado siete horas sentado con mi intérprete hablando con empresas chinas y japonesas que han mostrado un interés totalmente inesperado en nuestra empresa. Confiaba en que a la gente le gustase nuestra forma de trabajar, pero no podía esperar llegar a tener a gente haciendo cola más de 20 minutos para poder hablar con nosotros. Una auténtica pasada.
Al margen de temas profesionales, hoy he tenido una nueva muestra de la “chinese way of life”, en este caso en todo lo que tiene que ver con la organización de eventos. Salones interminables llenos de miles de macetas con flores de todo tipo, pantallas gigantes de vídeo, traducción simultánea, efectos de luces, cañones de guirnaldas y pétalos de flores, actuaciones de ópera, circo y música, masajes de espalda durante la comida y detalles simplemente increíbles, como el hecho de colocar un clavel rojo en la mesa de todas las empresas españolas.
Como bien comentaba Ricardo Blázquez, director de la oficina del IVEX en Shanghai, chino como el que más y el mejor anfitrión que jamás haya conocido, estos señores no sólo están acostumbrados a organizar ceremonias, sino que las disfrutan de principio a fin. No hay nada casual o improvisado; hasta el más mínimo detalle forma parte de un protocolo, en ocasiones milenario, que alcanza desde el contenido y la estructura del evento hasta el momento exacto de levantarse o la vestimenta de las azafatas.
Mención especial ha merecido la cena, en la que hemos tenido un totum revolutum de artes escénicas orientales: ballets tradicionales, actuaciones musicales, malabaristas, un tenor más que aceptable que ha interpretado ‘nessun dorma’ y ‘o sole mio’ -es lo que toca en estos eventos- e, incluso, un número clásico en la ópera de Chengdu, como es el cambio de cara. Todo para hacernos aún más agradable la cena y facilitar el intercambio cultural -y sobre todo comercial- con las empresas chinas que asistían al evento.
Después de toooodas las reuniones que hemos mantenido y de la cena de gala, he pensado que lo mejor sería volverme al hotel a trabajar un rato y aquí estoy, cuatro horas después, contestando e-mails, rematando las altas que nos han pedido clientes de los lugares más recónditos del planeta y descargando la tarjeta de mi cámara de fotos.
Mañana mantendremos las últimas reuniones en Chengdu y, si todo va bien, nos acercaremos por la tarde a visitar el gran Buddha de Leshan, considerado el más grande del mundo, y todo antes de prepararme para el viaje a Hong Kong del sábado. Con el tute que me estoy dando estos días, no me vendrá mal un poco de relax, la verdad.
Todo esto y mucho más, en el próximo post desde China.