No nos merecemos más

Uno de los fenómenos que más me sorprendió en mi viaje a Estados Unidos es el culto al talento y el esfuerzo, algo que tenemos absolutamente olvidado y denostado en nuestra bonita piel de toro.

El talento no sólo se reconoce, sino que se apoya y se refuerza. Me gustó comprobar que la gente que tiene un talento, una habilidad especial para desarrollar determinadas tareas o desempeñar determinadas funciones no tiene que esconderse o rebajar su nivel al del resto para evitar destacar. Esto es muy típico en España. Los superdotados conviven con estudiantes de medio pelo que retrasan sus avances y minan su capacidad de desarrollo; los profesionales brillantes tienen que acabar creando sus propias organizaciones porque se suelen ver limitados por jefes y compañeros que han ascendido «sólo» a base de esfuerzo y no de talento, por lo que le consideran una amenaza para su posición.

Seguro que todos conocéis algún ejemplo de una persona de gran talento que no ha podido desarrollarlo por uno u otro motivo, incluso porque no lo ha necesitado. Mi sensación es que en Estados Unidos (y ésta es una generalización absurda) existen mecanismos para detectar, atraer y desarrollar el talento, y es precisamente eso, el talento, lo que permite que una sociedad y una economía se desarrolle.

En cuanto al esfuerzo, he conocido a personas que han trabajado como animales desde los 15 hasta los 70 u 80 años, no con la aspiración de prejubilarse y jugar al golf, sino de mejorar su posición y contribuir a su comunidad. Esto es algo impensable en una sociedad del mínimo esfuerzo como la nuestra.

Resulta sorprendente ver cómo la gente pone todo su esfuerzo y su mejor voluntad en su trabajo y, cuando se aburre o siente que ha tocado techo, cambia de actividad, de puesto, de ciudad o de sector y sigue adelante, en lugar de dedicarse al tocamiento orgánico. El despido es libre y apenas  hay ayudas sociales, con lo que no hay otro remedio, pero ese contexto social contribuye a que exista una cohesión y un esfuerzo constantes y permanentes por sacar las cosas adelante, en lugar de esperar a que el estado venga a solucionarnos la vida.

En nuestro país vivimos la época de los ninis, que ni estudian ni trabajan; rebajamos cada vez más la exigencia en los colegios para evitar que los más débiles se frustren y procuramos homogeneizar a la sociedad, poniendo el listón a la altura de los menos capaces. Nuestra decadencia social y económica está basada en fuertes pilares de hipocresía, en una concepción trágicamente errónea de la democracia y el principio de igualdad.

No nos engañemos, la democracia no exige que todos seamos mediocres y que penalicemos a los que son mejores que nosotros. La democracia simplemente obliga a que no se discrimine al débil, que todos tengamos las mismas oportunidades, pero debe ejercerse con sentido y responsabilidad, algo que aquí hemos olvidado hace mucho tiempo.

Una sociedad nihilista, que cercena y oculta el talento, que prima el conformismo frente al esfuerzo y promueve la igualdad en el tramo más bajo del potencial de desarrollo no puede crecer ni evolucionar, porque no lo merece. Tal vez el modelo americano no sea justo para todos, resulte extremadamente duro y competitivo para muchos y discrimine a los más débiles, pero nadie te obliga a formar parte de ese sistema, ni de cualquier otro.

No es casual que hayamos perdido el camino del crecimiento en tan pocos años y que ahora hayamos vuelto al furgón de cola del desarrollo. No nos merecemos más. Merecemos estar exactamente como estamos, ser cada vez menos competitivos, cada vez más subsidiados y con menos percepción de la realidad del entorno. Nos arrastramos quejumbrosos mientras otros países corren con la mirada puesta al frente. Lo más triste es que no hace falta ir a Estados Unidos, a China o a Alemania para darse cuenta de esto y aún así seguimos encerrados en nuestra burbuja feliz.

Necesitamos un cambio de paradigma, tatuarnos principios como el stay hungry, stay foolish de Steve Jobs en la frente y retomar el camino del esfuerzo y la retención y promoción del talento; de lo contrario, no creceremos, no saldremos adelante y seguiremos perdiendo generaciones, y no a causa de la crisis, de la construcción, de los bancos o de la globalización.

Simplemente será así porque no nos merecemos más.

10 thoughts on “No nos merecemos más

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  1. Llevas mucha razón en tu post Luis,en éste país cuanto menos hagas mejor, vivimos en una sociedad muy cómoda, y si tienes talento eres considerado «raro», lo que te obliga a no desarrollarlo o a esconderlo en el peor de los casos, y el conformismo y la resignación son un gran peligro en una sociedad ya que siempre quedará estancada o caminará hacia atrás.

  2. querido camarada, decirte que me tienes enganchado todas las noches de guardia a tu blog. No sabia que tenia un colega con tanto talento (jamás vino más al caso la expresión)
    He de reconocer que aprendo leyéndote y me haces reflexionar sobre muchos temas que planteas….igual tu camino es se un blogger profesional y dejarte de polladas de currar como la gente seria, jejeje!
    Me gustaría que sacáramos un tiempo y pudiésemos quedar y charlar un buen rato, como antaño. Son tantas las cosas que contar, tantas las nuevas inquietudes, tantos los proyectos, tantas ganas de daros un buen abrazo a los dos…..
    realmente me gustaría recuperar ese espíritu que tuvimos como grupo y se perdió allá por una noche de «yo nunca he» o algo parecido (tú me entiendes).
    un abrazo, hermano. Felicidades en este día tan importante para Gemmurrín y para tí.
    Sissi

    1. Mano, Mano… A ver si esta ocasión puede ser el 23 de otubre en Santander. Un abrazote a los cinco (No vamos a dejar fuera de nuestra camadería a Lourditas, jejeje.

  3. @Sissi Mano, mano, mano. Gracias por los halagos, pero el bloggerismo sólo da de comer a unos pocos, el resto vivimos de compartir nuestros pensamientos más retorcidos y disfrutar, de vez en cuando, con un reconocimiento positivo como el tuyo. A ver si es verdad que nos vemos pronto, avísame cuando vengas por la península. Un besazo enorme para tus mujeres.

  4. qué hay Lois! como veo que todo el mundo está muy conforme con este comentario, pido me iluminen, porque no lo entiendo (debo andar falto de talento…). A ver, que es necesaria gente emprendedora y dinámica, eso está claro. Que, además, es positivo potenciar el talento, también lo entiendo. Pero, por lo que dices, lo que has aprendido es que hay que pasar de un sistema basado en el esfuerzo a un sistema basado en el talento. A ver, mis dudas;
    a) Vale que en España todavía hay que dar muchos pasos en i+d. Pero de ahí a decir que es una sociedad nihilista (es decir, que la misma existencia no tiene ningún propósito), que cercena el talento y cultiva el conformismo, me parece mucho exagerar y generalizar. Por ejemplo, del grupo de amigos comunes, para ir a lo sencillo: ¿Todos somos unos conformistas, vagos, sin ganas de prosperar, y sin ningún objetivo en la vida más allá de existir? ¿Y vosotros, los que habéis contestado, también sois así? Yo no lo creo. Y tampoco creo que sea positivo generalizar en «los otros» sin conocimiento de causa.
    b) Ese talento, ¿quién decide quién lo tiene? Ese sistema de detección de talento del que hablas, supongo que está montado por las propias empresas, no? Ergo, debe tratarse de un talento para generar beneficios para la propia empresa que lo detecta, supongo. Me pregunto, entonces, de dónde sale ese talento para alguien que no ha tenido la oportunidad de acceder a una educación de calidad o, incluso, del que sí lo ha hecho pero no ha tenido una educación orientada al mercantilismo, o no la comparte. ¿No es, entonces, talentoso? El caso de Steve Jobs, es uno entre un millón, y ningún sistema podría soportar millones de talentos venidos de la nada para cumplir su sueño americano. Ni siquiera los USA.
    c) Entonces, el que no tenga el talento adecuado (ojo, puede ser talentoso para otros menesteres, que no impliquen generar beneficios a una empresa), debe entonces quedar fuera del sistema, porque, como dices, nadie le obliga a estar ahí (!!!). Aquí, amigo Luis, paso de no entender del todo el argumento, a sentir pánico. O sea, que hay que imponer este sistema o si no el país se va al carajo, porque ninguna multinacional va a querer invertir aquí, pero al que, tristemente, no sea talentoso (débil, lo llamas tú, en una terminología que creo sí arroja luz sobre el asunto), nadie le obliga a formar parte del sistema. ¿Qué hacemos con él? ¿Lo enviamos a otros países en los cuales la ventaja competitiva siga siendo la mano de obra, para que así aporte su único talento disponible (es decir, la falta de él) a la generación de beneficios? Me parece que en este punto, te has pasado bastante.
    d) Entiendo, además, y aquí dejo de dar la brasa ya, que ese sistema basado en el talento va de la mano de la supresión de todas las medidas públicas que, de uno u otro modo, pueden incentivar la holgazanería del personal. Paro, Seguridad Social, Pensiones… todo fuera, no? Porque, el realmente talentoso, ya tendrá recursos suficientes para pagarse lo suyo, y, además, eso supondrá un acicate para que «continúe hambriento»…

    Bueno, pues a ver si, como digo, me podéis iluminar!
    Saludos, de uno que no se estanca…

  5. @Pablo Bienvenido a los comentarios de mi blog!! Ya me extrañaba que no te pasaras a decir algo 🙂 Gracias por tu comentario, extenso y bien fundado.

    Tres matices importantes:
    – los mecanismos de detección de talento de las empresas y del sistema educativo son distintos, y buscan fines distintos, pero tienen un objetivo común: incrementar el valor y la contribución de esa persona, a la sociedad en general o a una organización en particular. Los mecanismos de detección del talento en el sistema educativo suelen arrancar antes de los 12 años (por desgracia, no en España), así que la discriminación se produce solamente en los países en los que no existen dichos mecanismos.

    Una sociedad compuesta por millones de licenciados, que se avergüenza de la formación profesional y el trabajo poco cualificado, es una sociedad acomplejada. Tan necesarios son unos puestos como otros, y cada uno debe ser capaz de asumir sus limitaciones o, simplemente, decidir que no quiere realizar el esfuerzo que exigen determinadas carreras o determinados puestos.
    El talento no es un sólo una cualidad: es una cualidad aplicada. No conozco a nadie que no tenga talento en algo, pero sí a mucha gente que no ha dado un palo al agua en toda su vida y que desperdicia miserablemente sus capacidades.

    Seguramente te habrás dado cuenta de que la mayor parte de los posts son opiniones basadas en un análisis empresarial y ejecutivo, no social ni exhaustivo. Para eso hay blogs mucho mejores que tratan los temas desde otra perspectiva 🙂

    Un abrazo.

  6. jeje… llevaba ya unos días dándole vueltas, y hoy que he amanecido con ganas de un buen desayuno, me he puesto. A tus matices, y sin voluntad de convertir esto en un partido de tenis (ánimo al resto, que ésto es un blog, y para eso está):

    Bien sabemos tú y yo cómo iba la detección de talento en clase… Creo que, antes que dedicarnos a no discriminar al talentoso en la escuela, se debería invertir en un buen profesorado (paquitas, etc…ya sabes), y en una calidad educativa que fuese accesible a todo el mundo (ergo, pública al 100%), para que cualquier persona pueda aprovechar sus capacidades en la medida de lo posible, sin que el bolsillo sea un impedimento. Eso, obviamente, no significa bajar el listón al nivel más mediocre, sino todo lo contrario. Apunto, además, que no ofrecer una educación que potencie la inteligencia y creatividad de aquellos menos talentosos, significa discriminarlos y condenarlos desde bien tierna edad en un sistema como el que propones.
    Sin comentarios a tu segundo matiz. Comparto tu opinión, y sugiero echar un vistazo al sistema educativo y de formación profesional alemán, que responsabiliza al estudiante y, ya a partir de los 12/14 años le ofrece la posibilidad de ir eligiendo su camino profesional. Aquí se nos caen los anillos al tener que decidir si hacer letras o ciencias… pero eso es algo cultural, temo.
    No creo que el talento sea una cualidad aplicada, sino más bien un producto de la educación y la experiencia que cada uno haya tenido. No creo que nadie nazca con determinadas cualidades excepcionales, sino que, más bien, las va desarrollando a lo largo de su vida.
    Efectivamente, tu punto de partida es absolutamente empresarial. Eso critico, Luis, porque, dentro de ese análisis empresarial, sí haces menciones sociales, sacrificando a los débiles, estigmatizando a una sociedad entera y asumiendo las injusticias (siempre para con las personas) de un sistema por el que apuestas. Es, como ves, imposible separar lo uno de lo otro, y considero un gravísimo error no tomar en consideración las repercusiones sociales que una apuesta de este calado puede tener. Esa sí que sería una buena lesson learnt a extraer de USA, para no caer en sus mismos errores.

    Abrazo!
    pD- por cierto, te veremos por migany? : )

  7. No veo tanto que aquí no se premie el talento, sino que creo que simplemente el talento no puede salir, no tiene ni motivaciones ni estímulos para que el talento que todo el mundo lleva dentro, pueda salir a flote y que se desarrolle. En sociedades como USA, dónde como explicas en tus lecciones de Sillicon Valley, existen unas regiones punteras, un pensamiento de eficiencia enorme, y una fijación por el objetivo, es natural que aflore el talento, pues o sacas lo mejor de ti mismo en un 110% o no tienes nada que hacer. Es el esfuerzo continuado el que te hace avanzar, y eso arrastra al resto de la gente. Y otra cosa básica alli es que ven como una ventaja el estar rodeado de talento, cosa que aqui se ve como una amenaza.

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