¿Emprendedor o empresario?

Cuando empecé a escribir en este blog allá por 2006, publiqué varias entradas defendiendo que emprendedores y empresarios eran -éramos- especies distintas, viviendo realidades asíntotas.

De acuerdo con la mitología de principios de siglo, correspondería a los emprendedores poner en marcha los nuevos negocios y llevarlos del cero al uno, sin preocuparse por ganar dinero, porque los emprendedores no gestionábamos empresas, sino startups, una especie de hijos bastardos de una comuna hippy y una DAO lituana, en la que todo el mundo sabía jugar a ping pong y trabajaba todas las horas del día a cambio de cromos.

Por su parte, los malvados empresarios -o, aún mejor, empresaurios- serían seres atávicos que vestían corbatas y gestionaban estructuras anticuadas con el único objetivo de ofrecer dividendos cada año sus aún más perversos inversores.

Esta taxonomía era fruto de la ignorancia, de la falta de referentes y del páramo inhóspito que había dejado la crisis de las puntocom a principios de siglo a los que, en aquel momento, éramos veinteañeros con pocos recursos y muchas ganas de hacer cosas nuevas.

Durante esa primera década, crear una startup todavía era una fórmula alquímica, y no un proceso estandarizado por las aceleradoras, las escuelas de negocio y por tu cuñado, que ha hecho un curso en la Cámara de Comercio, escucha un podcast de vez en cuando y ya se ha apuntado a dos newsletters, que todavía no ha leído porque los domingos tiene fútbol.

Dieciséis años después, la industria del emprendimiento ha cambiado un poco. Utilizo la palabra industria para identificar esta actividad, sin querer atribuirle un sentido negativo, porque hoy sí que tenemos referentes de emprendedores/empresarios de éxito, una enorme red de pequeños y medianos inversores con experiencia creando y haciendo crecer empresas, desde business angels hasta fondos que invierten en fase semilla e, incluso, algunos pocos, en fase crecimiento y un montón de aceleradoras, de las cuales apenas tres o cuatro saben lo que se hacen, siendo generoso.

En este contexto, las barreras conceptuales que pudieran existir hace dos décadas atrás entre los conceptos de emprendedor y empresario, han acabado de desdibujarse del todo.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la lengua, emprendedor es un adjetivo, no un sustantivo, que califica a personas que 

emprenden con resolución acciones o empresas innovadoras

Sin embargo, si acudimos al diccionario Cambridge, nos encontramos con que “entrepreneur” es un sustantivo, no un adjetivo:

An entrepreneur is a person who sets up businesses and business deals

En cuanto al concepto de empresario, la RAE lo define como

persona que por concesión o por contrata ejecuta una obra o explota un servicio público
persona que abre al público y explota un espectáculo o diversión
patrono (persona que emplea trabajadores)
titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa

El equivalente en inglés a empresario sería business man y resulta aún más auto descriptivo.

alguien que inicia su propio negocio, especialmente cuando implica ver una nueva oportunidad

Con esta perspectiva, podemos definir a los emprendedores como arrancadores de empresas, capaces de identificar oportunidades, seleccionar equipos tractores, ajustar el product-market fit y llevar a las compañías hasta el momento en el que el día a día deja de ser una montaña rusa; en ese momento es cuando entran los empresarios, que disfrutan explotando esos negocios, creando procesos escalables y maximizando el rendimiento de la oportunidad.

Sin embargo, sigo pensando que esta taxonomía es errónea. En la práctica, no puedes ser sólo emprendedor o solo empresario.

Si realmente quieres competir en un mercado global, contratar el mejor talento, conseguir inversión y liderar cualquier segmento del mercado, simplemente no puedes permitirte el lujo de elegir entre arrancar y gestionar el crecimiento de tu empresa. Igual que no puedes ser el tenista número uno del mundo jugando sólo en una superficie, la viabilidad de tu empresa dependerá de que los fundadores seáis capaces de correr bien tanto el primer kilómetro como la larga distancia.

Todavía son pocos los casos en los que el equipo fundador ha sabido dar un paso atrás o al lado y dejar las compañías que fundaron en manos de un equipo de un equipo gestor con las canas suficientes, así que lo mejor es que seas capaz de rodearte de la gente adecuada en cada momento y que tengas ganas de seguir aprendiendo todos los días, por muy corredor de corta distancia que te sientas.

Y tú ¿eres de 100 metros lisos o de ultramaratón?

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