El jueves pasé la mañana en CEVISAMA, el Salón Internacional de la Cerámica y hasta siete cosas más relacionadas con la construcción, desde los baños hasta las fritas, sean éstas lo que demonios sean, y disculpen algunos por mi ignorancia.
Pese a que algunos expositores me indicaron que este año la cosa estaba tranquila, lo cierto es que ni siquiera pude aparcar cerca de Feria Valencia y tuve que ingeniármelas para que Gemmurrín me acompañase y recogiese, en un nuevo acto de infinita paciencia que le agradezco públicamente.
Además de las baldosas que hablan, las tejas con placas solares, los azulejos imantados y las plantas gigantes de papel como las que ilustran esta entrada, la visita me pareció interesante porque demuestra que el sector de la cerámica, tan vinculado a la economía valenciana, goza de buena salud, digan lo que digan. Un número ingente de expositores que abarrotaron todos los pabellones de la feria, y esto es decir mucho, un número más ingente aún de visitantes, ausencias sonadas y mucha, mucha innovación y voluntad de crecer, han hecho de esta feria un auténtico referente para el sector a nivel internacional.
Aunque con mis idas y venidas apenas pasé tres horas en la feria, pude aprovechar para ver que el ITI agotó los catálogos de e-contratos que llevamos a la feria, visité a un par de clientes que andaban liadísimos enseñando algunos productos bastante interesantes, e incluso tuve la ocasión de saludar a Emilio, de Garogres, a quién sólo he visto cuatro veces en mi vida, y cada vez en una ciudad distinta (Shanghai, Chengdu, Guangzhou y ahora en Valencia). Un abrazo, compañero, y deja de viajar tanto que te vas a acabar saliendo del planeta.
Interesante sí que ha sido esta visita; dentro de unas semanas sabré si también ha resultado útil!!
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