
Acabo de llegar a casa tras enterrar a Gatirrín, mi gata desde hace 17 años. Nació en el verano de 1992 en una finca que teníamos en la montaña y conseguí llevarla a nuestra casa de Alcoy escondida en una cesta. Desde entonces ha cuidado con esmero y cariño de nosotros, aunque durante estos últimos años ha vivido con mi madre y la he visto menos de lo que hubiese querido.
Con toda seguridad, Gatirrín es el nombre menos apropiado para una gata que pesaba alrededor de 8 kilos, pero así son las cosas. Cuando empezó a vivir con nosotros yo apenas tenía 15 años, así que me ha acompañado en todos los momentos importantes de mi existencia.
Me encanta la foto que encabeza este post, porque en ella podéis contemplar a mi gata tal y como era: feliz, alegre, risueña, redonda y juguetona. Esta misma tarde, antes de llevarla a la clínica veterinaria donde la han sacrificado, la he abrazado con fuerza y me ha parecido sentir en su ronroneo y en su mirada un deje de complicidad, de confianza. Parecía que estaba dándome las gracias. Ella sabía que le quedaba poco y lo ha aceptado de buena gana. Diecisiete años son muchos para una gata, incluso para una tan fuerte y tan querida como ella.
Sacrificar a Gatirrín ha sido una de las decisiones más duras que he tomado en mi vida, y han sido unas cuantas hasta ahora. Sin embargo, esta noche vamos a descorchar una botella de cava en su honor, pero no para festejar su muerte, sino para celebrar su vida, nuestra vida. Es lo que tienen los seres queridos, que sólo nos permiten describir nuestra existencia recordando cómo han participado en ella.
Descansa en paz amiga, te lo has ganado.
Vaya. Ánimo.
Vivió mucho tiempo rodeada de gente que seguro que la hizo feliz. Yo creo que no se puede aspirar a más.
Un abrazo fuerte
Es una desgracia perder a tu animal de compañia. Son únicos e irremplazables. Todavia me acuerdo de la sensacion que tuve al ver a gatirrin por primera vez hace ya más de 10 años.
Que descanse en paz y beba mucha leche en el cielo de los gatos