Perdona, ¿te conozco?

Hace años, en un viaje de Valencia a Barcelona en Euromed, pude disfrutar de parte de una película protagonizada por Jim Carrey que, en su día, me dio pereza ir a ver al cine: Olvídate de mí (eternal sunshine of the spotless mind). Los fragmentos de la película que pude seguir me parecieron extravagantes y bastante surrealistas, algo que en condiciones normales habría captado mi atención. Sin embargo, en aquel viaje andaba ocupado con unos contratos de licencia que corrían algo de prisa y no pude prestar demasiada atención a la película.

Tiempo después me enteré de que el guionista de la película era Charlie Kaufman, responsable, entre otras, de una las películas que más me han sorprendido en los últimos años: Cómo ser John Malkovich (Being John Malkovich) Muy recomendable, por cierto.

Olvídate de mí trata, a grandes rasgos, del proceso por el que pasa un tipo (Jim Carrey) que acaba de romper con su novia (Kate Winslet) cuando ambos deciden eliminar de su cerebro todos los recuerdos del otro para evitar el dolor derivado de la ruptura.

Eso de que una persona pueda eliminar de su cerebro determinados recuerdos de forma selectiva suena a ciencia ficción y, de hecho, hoy en día se trata de una posibilidad más allá de las posibilidades de la medicina. Sin embargo, un descubrimiento reciente ha abierto la puerto a la ¿esperanza? de poder borrar estos recuerdos desagradables.

Por lo visto, los recuerdos impactantes o especialmente desagradables quedan almacenados en nuestro cerebro de forma distinta a los recuerdos, digámoslo así, “ordinarios”, lo que nos permitiría identificar estos recuerdos y suprimirlos o, incluso, hipotéticamente, recuperarlos, conservarlos y reproducirlos de forma autónoma.

Aunque todo esto suene un poco a experimento del Dr. Frankenstein (o Fronkonstin), lo cierto es que todos recordamos determinados hechos con mayor nitidez que otros, y eso no nos parece extraño. ¿Nos encontramos en los albores de una nueva forma de interaccionar con nuestro órgano más desconocido? Eternal sunshine of the spotless mind sugería que este tipo de injerencia en nuestro disco duro resultaba, cuanto menos, inútil y, cuanto más, peligroso.

A mí me parece una posibilidad inquietante, aunque más inquietante me parecería aparecer un día en el cerebro de una estrella de cine y, al cabo de un rato, verme expulsado al arcen de una autopista de las afueras 😉

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