Aunque, por su extensión, no entra demasiado en el fondo del asunto, parte de una serie de premisas que me parecen bastante coherentes para entender el negocio de la seguridad a todos los niveles. Las premisas, básicamente, son:
– No existe la seguridad absoluta.
– Cada vez que adoptas una decisión relacionada con la seguridad, dedicas recursos de algún tipo (dinero, tiempo, esfuerzo, etc.)
– La gente no suele adoptar decisiones cuando deja de estar segura, sino cuando deja de sentirse segura. Y ese momento no siempre coincide en el tiempo.
Por supuesto el artículo trata algunos de los tópicos que siempre se repiten cuando se habla de este tema, como el clásico
“un muro separa personas en cualquier lugar y circunstancia. ¿Es seguro poner un muro en el sur de EEUU para evitar que entren inmigrantes?”
En valencià tenemos un dicho para eso: el gato escaldado le huye al agua fría. A título personal, yo prefiero una frase que mi padre suele repetir con frecuencia: “A cojón visto, macho”. Y es que no hay nada como ver para creer.
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