Hubo una época en la que todos los sábados a las cuatro o cinco de la tarde me congregaba con mis amigos (aka los macanudos) para comprar botellas de vino y café licor en mercadona, que luego ingeríamos como monos en celo en la nave del abuelo de mi buen amigo Jordi (aka el local).
De esa época, que duró unos cuantos años y finalizó para mí cuando decidí que estudiar una carrera en Barcelona tal vez sería una buena idea, me quedan muchos recuerdos que suelen aparecer en los momentos más insospechados y que siempre me devuelven una sonrisa. Teníamos una cabeza de jabalí disecada a la que llamábamos Polónez y que alguien -creo recordar que fue Cherch- vistió con un gorro militar de algún antepasado. Había señales de tráfico, pósters de todo tipo, plantas (no, creo que no había ningún ficus), herramientas, un sofá desvencijado, vasos con nuestros nombres, un baño en el que llenábamos botellas con salfumán y trozos de aluminio para que explotasen y un balón pinchado con el que jugábamos a fútbol. Casi todo lo necesario para ser feliz con 16 años.
Por algún motivo que no acierto a vislumbrar ahora, uno de los recuerdos más recurrentes está asociado a Luxton. Luxton era nuestro mejor amigo, un radiocasette de doble pletina que en algún momento pintamos con spray y que nos acompañaba todos los sábados e, incluso, en alguna escapada furtiva de fin de semana. Al principio, se comportó como un fiel lacayo y reproducía toda la música que le pedíamos. Por él pasaron todos los grupos de rock y punk de los 60 y 70 y, en menor medida, de los 80.
Sin embargo, llegó un momento en que Luxton decidió que sólo le gustaban los Ramones. Intentamos reeducarlo con mil y una artimañas, pero cada vez que introducíamos una cinta de un grupo que no fuese los Ramones “se la comía” sin piedad. Tal vez fuese casualidad, o simplemente una señal de que a los macanudos nos quedaba poco tiempo para disfrutar de aquel local, pero el hecho fue que poco después algunos nos separamos para estudiar en distintas ciudades y Luxton acabó desapareciendo entre cajas y muebles hasta que el olvido lo llevó hasta un lugar apartado y oscuro en el que me gustaría pensar que, todavía hoy, sigue escuchando, con las pilas casi agotadas, ajado y tembloroso, esas grandes cintas de los Ramones que tantas veces disfrutamos juntos.
En recuerdo del local, pero sobre todo de Luxton, la canción de este domingo es Blitzrieg bop, uno de los grandes temas de los Ramones, con los que más he saltado y chocado contra peludos enfundados en chupas de cuero en el Hobby, intentando no derramar una Heineken caliente.
Dieciséis años después la voz de Luxton se une a la de Joey, Johny, Dee Dee y Tommy una vez más para repetir ese himno pagano y energizante: Hey ho, Let’s go!!!!
Os deseo un gran domingo Ramone.
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