Cuarto domingo del tercer mes de la segunda década del siglo XXI. Segundo domingo de primavera.
Los últimos diez días han sido una auténtica locura: Valencia, Barcelona, Budapest,otra vez Valencia, otra vez Barcelona, Mallorca y un par de decenas de reuniones entre viaje y viaje. Muy divertido, sí señor. Este año la Semana Santa me va a venir de perlas para descansar un poco, la verdad.
Siempre he querido tener un trabajo que me permitiese viajar, conocer gente interesante y colaborar en la fase inicial de grandes empresas y proyectos, algo que, por suerte, estoy consiguiendo con metricson; esta semana tuve la suerte de conocer algunos grandísimos proyectos en la fase española de seedcamp, que se celebró en IESE Barcelona el martes 23; sería pretencioso decir que fui allí como mentor para orientar y asesorar, más bien fui a compartir experiencias, y el resultado, al menos para mí, fue apasionante.
Viajar es una de las mejores escuelas a la que uno puede asistir: te abre la mente, te enseña a entender a otras personas y, sobre todo, te permite plantear distintos escenarios para tu propia realidad. Otra vida es posible. Como diría Paul Éluard “Il y a un autre monde mais il est dans celui-ci” (hay otro mundo, pero está en éste).
Sin embargo, viajar no es lo mismo que establecerse; conozco centenares de ciudades de todo el mundo y he encontrado lugares increíbles en los que sería capaz de establecerme una temporada, pero, de momento, Valencia es la ciudad en la que más me ha gustado vivir y por eso ya llevo aquí cuatro años.
Creo que hay lugares con los que tienes una conexión especial, telúrica, que te anima a quedarte allí y a conocerlos mejor; es algo que, hasta ahora, me ha pasado con ciudades tan distintas como Buenos Aires, San Francisco o Hong Kong. Otros, sin embargo, puedes llegar a disfrutarlos, pero rápidamente te das cuenta de que son un buen lugar para una escapada o, incluso, para disfrutar durante un par de semanas, pero, por desgracia, no están hechos para ti.
Por todo esto, la canción del domingo 28 de marzo de 2010 es “Corner of the Earth” de Jamiroquai (Ramiro quai para mi amigo Nabuco 🙂
This corner of the earth, is like me in many ways
I can sit for hours here and watch the emerald feathers play
On the face of it I’m blessed
When the sunlight comes for free
I know this corner of the earth it smiles at me
Corner of the earth es una bossa nova acelerada, una de esas canciones que te hace sentir bien por su vitalidad, positivismo y su capacidad de trasladarte a otro lugar pero, sobre todo, por su contenido; además, no se me ocurre una voz mejor que la del vaquero del espacio, el hombre de los gorros, Jay Kay, para darle vida.
Además de ser una de mis canciones favoritas, Corner of the earth habla de esa conexión, de la sensación de estar unido a un lugar del que te sientes parte de forma casi automática, como si hubiese sido especialmente diseñado para ti. Esto no es nada nuevo, al fin y al cabo, éste es uno de los muchos mensajes de la película Avatar 🙂
Sin llegar a este extremo, creo que Valencia es un lugar fantástico para vivir, aunque, tal vez, no lo sea tanto para trabajar. No sé dónde estaré dentro de cinco o diez años, pero por el momento Valencia es mi pequeño corner of the earth particular. Y tú, ¿has encontrado ya el tuyo?
Que pases un feliz domingo.
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