Cuarto domingo del quinto mes de la segunda década del siglo XXI. 24 de mayo de 2010. Señores, ha llegado el verano y, con él, el polen y la alergia, todo de golpe. Si no es mucho pedir, el próximo año me gustaría tener también un poco de primavera.
La semana que ahora acaba ha sido prolífica en eventos y nuevos asuntos. El martes celebramos en Valencia el día de la persona emprendora -vamos, el día del emprendedor de toda la vida, así, sin complejos tontos- con algo más de 6.000 inscritos y un llenazo brutal en la Feria Valencia. Yo tuve la suerte no sólo de impartir una sesión sobre cómo gestionar tu negocio a través de las redes sociales (muchas gracias al CEEI Castellón por contar conmigo), sino también de participar en el invento que se sacó de la manga la Dirección General de Comercio y, sobre todo, de coincidir y compartir experiencias, ideas locas e, incluso, mesa y mantel con grandes emprendedores que saben mucho más que yo de prácticamente todo.
Si tuviese que resumir la jornada con una palabra, tendría claro cuál es: ilusión. Ilusión en los emprendedores que presentaban sus proyectos; de las administraciones y organismos que han organizado todo el tinglado; de los CEEIs que han aportado trabajo y muchas ganas; de los ponentes por estar rodeados por cientos de personas interesadas en conocer mejor sus experiencias y consejos, incluso la ilusión de muchos de los chavales que aparecieron por la Feria de Valencia sin tener ni idea de qué iba todo eso y, en algunos casos, se llegaron a plantear que en unos pocos años tal vez ellos también pudiesen estar allí.
Sin ilusión no hay emprendedores, no hay iniciativa, no hay negocio, no hay esfuerzo de verdad, no hay nada. Por mucho que trabajes, por mucho que luches y sudes la camiseta, si no te impulsa la ilusión y, el espíritu de crecer día a día y de mejorar tu situación y la de la gente que te rodea, seguramente sólo conseguirás crear un mojón que cada vez será más y más grande, pero que acabará escurriéndose por las cañerías cuando decidas tirar de la cadena, y eso pasará más pronto que tarde.
Según el diccionario de la Real Academia, la palabra “iluso” admite dos acepciones:
- Engañado, seducido.
- Propenso a ilusionarse, soñador.
Aunque la expresión tiene unas connotaciones claramente negativas, la segunda definición me parece maravillosa. No hay nada más grande que un soñador que tenga la capacidad y la voluntad necesaria para cumplir con sus sueños. Pero, aunque parezca una obviedad, para trabajar por un sueño, por un objetivo, hay que tenerlo. No puedes trabajar por un ideal si no tienes perfectamente claro cuál es ese ideal y cuál es el camino que has de recorrer para llegar hasta él. Podrás cambiar la ruta, caminarla en coche o a pie, incluso dar un rodeo, parar un tiempo o buscar un atajo, pero tienes que saber adónde quieres llegar.
Si eres dueño de tu destino, es decir, si eres emprendedor, tienes una hoja de ruta en la que todo eso está perfectamente trazado, que se llama plan de empresa, donde has definido qué quieres que pase durante los próximos meses, y luchar por ello. Por tanto, eres un iluso, porque has soñado con el lugar al que quieres llegar y le has dado forma, pero además tienes una ilusión, que es el motor que te va a permitir llegar hasta allí.
Dicho todo esto, y para contradecirme una vez más, la canción del domingo es “no me llames iluso” de la cabra mecánica, precisamente porque no utiliza el matiz positivo que he encontrado en la segunda acepción académica del término iluso, y a mí lo que me gusta es que me lleven la contraria 🙂
De hacer camino al andar por campos minados.
De mirar por debajo de la falda de las hadas del dulce sabor.De tu parte del pastel.
Castigado, sin postre por malo.
La ilusión del placer de tu cuerpo de Sábado y tus besos hechos canción
La primera -y probablemente la última- vez que he visto a la cabra mecánica en directo fue el sábado de la semana pasada en el concierto que reunió al Sr. Mostaza, la propia cabra mecánica y a Fito y Fitipaldis. Como pasa en muchos otros grupos, la Cabra Mecánica ha vivido durante 15 años de un par de éxitos que funcionaron muy bien, como éste que fue la banda sonora de una de las campañas de ONCE, la escuchadísima lista de la compra que grabaron con María Jiménez o Felicidad, otra buena canción sin más. La cabra mecánica ha sobrevivido también gracias a su cantante, Lichis, un tipo tan peculiar como magnético en el escenario. Pese a que el grupo ya ha anunciado su separación, una pena como cada vez que un grupo se separa, no tengo ninguna duda de que Lichis continuará su carrera en solitario durante muchos años más.
Sin más, os dejo en buenas y os deseo el mejor domingo que seáis capaces de soñar. Seguro que os lo merecéis, y si no, mejor para vosotros 🙂