Una de las primeras opciones que baraja cualquier profesional con experiencia en un sector basado en el conocimiento -como puede ser internet- que, por cualquier motivo, pierde su trabajo es convertirse en consultor. Desde esta perspectiva, ser consultor parece fácil: basta con ser autónomo, tener un portátil y estar dispuesto a escuchar rollos infumables a cambio de dar una opinión basada en una mezcla de apreciaciones personales y datos obtenidos de estudios realizados por terceros.
Sin embargo, el trabajo de consultor no es tan sencillo. Hace falta una formación, una preparación, una experiencia y, sobre todo, una metodología específica para garantizar que el servicio aporta valor al cliente.
La crisis ha acentuado el número de consultores de una forma brutal; por ese motivo hay que ir con mucho cuidado a la hora de aceptar el servicio de alguien que se llama a sí mismo consultor, experto, gurú o súper ninja en cualquier disciplina. Centenares, miles de ejecutivos y cargos intermedios que, en su día, ostentaba puestos simplemente increíbles en grandes organizaciones, tras pisar el duro asfalto, se han dado cuenta de que no saben respirar fuera de esas organizaciones, e intentan sobrevivir actuando como consultores para terceros. El problema reside en que muchos de estos profesionales han desarrollado el grueso de su carrera dentro de una organización tan específica, tan enfocada o, simplemente, tan compartimentada, que su experiencia no tiene valor para otras empresas, incluso del mismo sector, o al menos es un valor muy inferior al que pretenden otorgarle.
Ser consultor es otra cosa; significa conocer la cadena de valor completa, y su relación con los distintos elementos que forman parte de un negocio. Ser consultor también implica mojarse de vez en cuando y, en ocasiones, participar en los riesgos de tus clientes. Pero sobre todo, para ser consultor es necesario haber desarrollado una metodología a prueba de bombas que te permita trasladar la mayor cantidad posible de valor al negocio del cliente, y eso es algo que está al alcance de muy pocos. No se trata de preparar cuatro slides y una tabla de excel, ni es una cuestión de curriculum, sino de formación, experiencia y vocación.
Si has perdido tu trabajo, o simplemente te has cansado de él, y estás planteándote convertirte en consultor, piénsatelo dos veces. Miles de personas, posiblemente con más experiencia, formación y capacidad que tú, lo han pensado mucho antes, lo han intentado y se han dado cuenta de que no funciona. No es tan fácil y, desde luego, no es inmediato. Y cada vez hay menos empresas dispuestas a pagar por un servicio así.
Antes de perder varios meses de tu preciosa vida haciendo algo que no entiendes ni, realmente, quieres hacer, piensa qué ha fallado en tu etapa anterior. Tal vez eras la persona perfecta en el puesto perfecto, pero la empresa no podía permitírselo. Quizá hayas metido la pata hasta el fondo, y en ese caso tal vez no seas el mejor ejemplo a seguir ni el más indicado para dar consejos, si no quieres que te saquen los colores.
Mi opinión es que hace falta vocación específica para ser un consultor. Si eres un empleado, busca otro trabajo. Si eres un emprendedor, inténtalo otra vez. SÓLO si tu vocación es la de ganarte la vida analizando información a partir de tu experiencia y trasladándola a terceros para que mejoren sus procesos, sus productos o sus negocios, sólo en ese caso tiene sentido que intentes ser consultor, siempre que realmente tengas algo que aportar que te haga diferente y valioso frente a los demás.
Hay muchos consultores ahí fuera que no lo serán dentro de un par de meses, cuando se den cuenta de que han optado por un camino para el que no están preparados o, simplemente, que no les apetece recorrer. Si hasta ahora nunca te habías planteado ser consultor, mi consejo es que ahora no es el momento; lo sé, parece una opción fácil y rápida pero ¿es realmente lo que quieres hacer con tu vida? Si no es así, no va a funcionar.
Sé valiente y lucha por lo que te quieres, por lo que sabes hacer de verdad, y no pierdas el tiempo con experimentos. La crisis siempre nos hace llegar al momento de la verdad.
¿Sabes ya cuál es el tuyo?