La segunda etapa de mi viaje por ASEAN (South East Asia), tras pasar por Kuala Lumpur, ha pivotado alrededor de Yogyakarta, una de las principales ciudades de la isla de Java y de toda Indonesia, que incluso comparte protagonismo con su capital, Yakarta.
Yogyakarta, o Jogja, como le llaman los locales, es un enorme y bullicioso conjunto de calles con edificios de dos o tres alturas y una terrible iluminación y limpieza. ¿Por qué entonces es una de las ciudades más visitadas del sudeste asiático? Principalmente por tres motivos: por los templos de Borobudur y Prambanan, por su comida callejera y por su mezcla de culturas.
El aeropuerto de Jogja está muy cerca de la ciudad, pero el volumen de tráfico es brutal. Lo que más llama la atención a cualquiera que esté en su primer viaje a Malasia, probablemente sea la ingente cantidad de motocicletas que circulan de cualquier manera y a lo bruto las 24 horas del día.
Jogja es una ciudad muy extensa, por lo que es necesario utilizar medios de transporte públicos (autobuses, taxis o becas, el equivalente indonesio de los rickshaws indios o los tuk tuks tailandeses) o privados para desplazarse a casi cualquier punto. Y como no todo el mundo puede comprarse un coche, hay miles de motos –literalmente- por todas partes. Nuestra primera idea fue alquilar una al llegar, pero al ver cómo conducían los taxis y las distancias que hay entre distintos puntos de la ciudad, lo descartamos pronto.
Si no estás en una de las calles más turísticas, como Prawirotaman o Parangtritis (que toma su nombre de una popular playa del sur de la isla), también te llamarán la atención dos cosas: (i) el aspecto bastante cochambroso de los edificios, las calzadas y casi cualquier elemento del mobiliario urbano y (ii) la omnipresencia de los Warung (pequeños restaurantes) y los Angkringan, unos puestecitos móviles de comida callejera que venden todo tipo de productos locales para poder comer sentado en un bordillo o en las esteras y alfombras que la gente coloca en la calle para cenar y tocar la guitarra hasta las tantas junto con amigos y familiares.
Una de las noches decidimos probarlo y pasamos un buen rato por la conocida calle Malioboro, intentando hablar con los vendedores de los Angkringan para averiguar qué demonios eran todas esos productos fritos, asados y crudos que vendían; así, probamos, entre otras muchas cosas deliciosas, unos sate (brochetas) de pollo –espero-, lumpia (una especie de rollito de primavera) y algunos dulces típicos como los Bakpia Pathok (rollos dulces rellenos tipo mochi) y onde-onde, unas bolas de sésamo rellenas de cosas que no supimos –ni quisimos- identificar.
Otra de las noches pasamos por la zona de los expats, donde puedes conseguir cerveza y comida occidental. Nos gustó mucho ViaVia, en la calle Prawirotaman 30, que forma parte de un proyecto internacional de restaurantes locales concienciados con la cultura y el medio ambiente de cada una de las regiones. El local de Viavia Jogja ofrece actividades culturales y actúa como uno de los centros de reunión de los extranjeros que viven o pasan por la ciudad.
Hay muchas cosas que hacer en Jogja, desde subir volcanes hasta asistir a espectáculos tradicionales javaneses, pero si algo no puede faltar en tu agenda al pasar por la ciudad es una visita a dos de los templos budistas más importantes del mundo: Borobudur y Prambanan.
Borobudur es el templo budista más grande que existe. Construido en el siglo IX y redescubierto en el siglo XIX, tras su abandono durante siglos, es una auténtica maravilla que merece la pena visitar. De hecho, había leído mucho sobre los sunrise tours, que te ofrecen ver el amanecer desde el templo o desde un monte cercano y dudaba entre contratarlo o ir por mi cuenta. No soy NADA de tours organizados, de horarios estrictos y guías que te acaban metiendo en un poblado indígena donde el jefe del clan lleva un iphone y te intenta vender un ídolo de plástico fabricado en China.
Es probable que si preguntáis por ahí os respondan que no vale la pena pagar más por hacer el sunrise tour, que es una trampa para turistas y que es una chorrada levantarse a las 03:00 para ver amanecer desde allí. En mi opinión, ha sido una de las mejores experiencias del viaje, por lo que os lo recomiendo sin dudarlo.
Hay dos tipos de sunrise tour: el que os dejará en una colina cercana para que veáis el templo al amanecer y el que os permite ver el amanecer directamente DESDE DENTRO del propio templo. Éste es el que hicimos, con un conductor privado para nosotros, y, tras hablar con gente que ha hecho el otro, también es el que os recomiendo. No sólo os da la oportunidad de disfrutar de un momento mágico cuando el sol empieza a descubrir las maravillas que ofrece el lugar, sus relieves tallados en roca y esculturas, sino que también podréis visitarlo con poca gente y a una hora en la que no acabaréis achicharrados por el sol. A la vuelta, nuestro conductor nos trajo por una ruta alternativa que pasa –textualmente- por mitad de la selva y que permite conocer mejor el modo de vida de sus habitantes.
Prambanan es otro gran templo budista y forma parte de un complejo grandioso que ha sido absorbido por la ciudad. Se trata de un conjunto de cientos de templos grandes y pequeños dedicados a distintas divinidades y que ha sido destruido y reconstruido varias veces, la última hace apenas unos años con motivo de la erupción del volcán Merapi, cuya silueta humeante y amenazante sigue cerniéndose sobre Jogja, como podéis ver en esta foto.
En este caso decidimos contratar a un guía que, además de explicarnos las historias inscritas en los relieves de los templos –muchas de ellas con un acentuado carácter social o sexual-, hacía de fotógrafo y de animador social. Una de las curiosidades de Prambanan es que las escuelas envían a sus alumnos a practicar inglés con los turistas, por lo que es muy frecuente que te paren varias veces para hacerte preguntas cómo ¿qué opinas de la gente de Indonesia? ¿cuál es tu plato favorito? o ¿cuál es tu hobby?
También es habitual que la gente te pida hacerse fotos contigo; muchos de los visitantes vienen de pueblos remotos en los que no suele haber occidentales y, aunque les da un poco de vergüenza, acabarán pidiendo que te hagas una foto con sus hijos o con ellos mismos; nosotros acabamos haciéndonos fotos con un montón de niños sonrientes. Me encantan cómo sonríe –y con qué increíble frecuencia lo hace- la gente de Indonesia.
Algunos trucos si vas a pasar por allí:
- Borobudur no está cerca –alrededor de 1 hora de coche- y vas a tener que madrugar mucho para no asarte o hacer cola con miles de personas, así que vale la pena contratar un tour, sobre todo si quieres ver amanecer. Yo te lo recomiendo y no soy NADA de tours.
- Prambanan sí que está muy cerca, así que puedes ir en moto –si te atreves-, en autobús o en taxi. Nosotros negociamos con varios taxista y al final encontramos a uno que nos llevó, esperó 2 horas y nos volvió a traer por un precio muy razonable. Ojo: vale la pena ir pronto y, al acabar de visitar Prambanan acercarse a pie –olvídate del tren turístico- a Wayu, dentro del mismo complejo.
- Alójate en una zona que tenga algo de interés: nosotros estábamos en un hotel cojonudo, por un precio muy razonable, pero la zona no nos decía nada y cada vez que queríamos hacer algo era un coñazo, no por el precio del taxi, sino por las distancias y el tráfico.
- Internet: al llegar compramos una SIM por 37.000 IRP (poco más de 2,5€) que incluía 2 GB de datos, sin llamadas. Son muy baratas, olvídate del roaming.
- Divisas: sólo encontrarás casas de cambio en las zonas turísticas, en el resto de la ciudad te enviarán a los hoteles, donde el cambio es malo; los bancos cierran a mediodía. Eso sí, hay millones de bancos y cajeros, que no suelen abrir por la tarde.
- Comida en la calle: pruébalo sin miedo, todo el mundo lo hace, pero te recomiendo que observes cómo se hace antes de pedir la primera vez o acabarás siendo el hazmerreír de un montón de indonesios cabrones. En algunas zonas les encanta descojonarse de lo patosos que somos al principio. Además es muy barato; Gemma y yo cenamos un día por poco más de dos euros, incluyendo el postre ¡entre los dos!
- Regatea hasta la muerte; aunque creas que has conseguido, un buen precio estos tipos llevan generaciones y generaciones consiguiendo que gente como tú o yo nos vayamos contentos pagando diez veces más de lo que estarían dispuestos a aceptar.
- No te pierdas Malioboro y el Kraton, que está al final de esa calle. Nosotros no entramos en el palacio, pero vale la pena recorrer esa zona.
- Recuerda que estás en un país musulmán, en algunos sitios se ofenden –mucho- si les pides una cerveza o haces algún comentario o gesto inapropiado.
Siguiente estación: Ubud (Bali). ¡A por ella!