Quinto domingo del tercer mes del primer año de la tercera década -o del último año de la segunda década, qué importa- del siglo XXI. Quinto domingo de cuaresma y tercero de pandemia confinada. 29 de marzo de 2020.
Desde el pasado 13 de marzo nos encontramos en estado de alarma, provocado por la expansión del Coronavirus, una pandemia surgida el año pasado en la provincia de Wuhan (China), que provoca una enfermedad llamada COVID 19 o gripe de Wuhan, que hasta la fecha ya ha causado más de 30.000 muertes en todo el mundo, más de 6.000 sólo en España durante el último mes y medio.
Esta situación ha provocado que en decenas de países los gobiernos hayan decretado, con mayor o menor crudeza, el confinamiento de la población en sus casas, la suspensión temporal de la actividad de millones de empresas y una serie de medidas de distanciamiento social, con el objetivo de reducir los casos de contagio.
Todo esto ya lo sabes, aún en el proverbial caso de que estés viviendo en una cueva, porque ahora tendrás en la entrada a unos señores que te impedirán salir de ella, por tu propio bien. Sin embargo, como todo en este blog -que es el suyo, joven- está pensado para que yo mismo lo relea dentro de unos años (optimismo, siempre), ya que hace años que perdió cualquier tipo de interés público, me gustaría explicar brevemente cómo esta situación ha cambiado pequeñas rutinas y comportamientos que dábamos por sentados hace apenas unas semanas.
Quizá lo más sorprendente de todo es que casi todos los países hemos reaccionado de la misma forma: primero, negamos que sea un problema realmente grave de salud; luego aceptamos que es un problema, pero que por suerte no nos va a afectar; después, cuando lo tenemos encima, creemos que vamos a ser más listos que el resto y que podremos sobrevivir adoptando medidas menos gravosas para nuestra economía y, cuando estamos a punto de estamparnos contra el muro, los gobiernos, todavía incrédulos, empiezan a poner en marcha medidas que, apenas unos días atrás, dijeron que nunca sería necesario adoptar y que perjudican a los de siempre: los pequeños empresarios.
Los bares y restaurantes, las peluquerías, los cines, los colegios, las universidades y las tiendas de ropa llevan dos semanas cerrados. Los videoclubs… bueno, los videoclubs llevan cerrados unos cuantos años más. Sólo podemos salir a la calle para pasear al perro, comprar comida o ir al médico, en caso de extrema urgencia.
De repente, millones de personas se han puesto a teletrabajar y parece que funciona. Las plataformas de contenidos online han tenido que pedir que los usuarios reduzcan la definición con la que descargan sus películas, para que la conexión resista y los gatos, sorprendidos de vernos todo el día en casa, se preguntan quién es el gato ahora y se ponen a buscar trabajo. Todos los días, a las 20:00, nos asomamos a las ventanas para aplaudir al personal sanitario y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado su esfuerzo para mantenernos vivos en un momento de máxima incertidumbre y tribulación para todos. Algunos sólo aplauden a los suyos y otros promueven caceroladas contra el gobierno, contra la oposición o contra la monarquía, por poner un ejemplo.
Todo esto ya lo sabes. Simplemente, lo dejo aquí apuntado porque dentro de unos años espero volver a sorprenderme cuando lo lea; mi apuesta es que, una vez pasado todo esto, volveremos a la normalidad, más pobres y un poco asustados durante un tiempo, pero sin haber aprendido demasiadas cosas por el camino porque somos así de burros y estamos programados para sobrevivir, pero no para aprender más de lo necesario.
Lo que no sorprende a nadie es que el gobierno esté actuando con un manifiesto desprecio hacia nuestra inteligencia. Diariamente nos mienten, nos fraccionan y ocultan información y, cuando les pillamos, echan la culpa a los demás: los empresarios, los partidos que están en la oposición, los proveedores que ellos mismos seleccionan a dedo o, incluso, a los científicos. Hace un par de semanas, comentaba en la Brújula (Onda Cero) mi preocupación por cómo están convirtiendo nuestro país en Venezuela, copiando la costumbre de tratar a los ciudadanos como imbéciles.
Desde entonces, la cosa sólo ha empeorado; este gobierno odia a los empresarios, porque no nos entiende y es muy difícil querer a alguien a quien no conoces. Nos insultan, nos desprecian, nos cargan con muertos ajenos, desconfían de nosotros y ahora, además, nos cuelgan todos los gastos esta crisis, que no saben manejar.
No se explica de otra forma que 24 horas antes de suspender la actividad de millones de trabajadores -sin suspender el pago de su salario, claro- establezcan las restricciones más duras de la historia para despedirlos. Había que limitar el movimiento de personas, en eso estamos de acuerdo, pero la forma -y el orden- en que se ha ejecutado esta medida, lanzan un mensaje inequívoco: empresarios, no nos gustáis y vamos a por vosotros.
Pensando en todo esto, me he acordado de “Los Delincuentes“, una deliciosa fusión de flamenco y Jazz de Kiko Veneno que se convierte de esta forma en la canción del domingo 29 de marzo de 2019
Me es muy familiar su ternura y la facilidad con que divisan la basura.
Al final me buscan una ruina y me venden como una lata de sardinas.
(…)
Pregunto: ¿quién es aquí el más fuerte? Me estiro las orejas y me cuento los dientes.
En los carteles van los importantes Este carro sólo lleva comediantes
Kiko Veneno (José María López Sanfeliu) es un catalán muy fino, como él mismo decía en la canción homónima. Nacido en Figueres (Girona), ha pasado toda su vida en el sur y es autor de algunos himnos que seguramente conocerás, como Volando Voy o Echo de Menos, una de mis tres canciones favoritas.
Kiko Veneno ha colaborado con artistas de la talla de los hermanos Amador (con quienes fundó el grupo Veneno y publicó el disco con el mismo nombre, del que sale este tema), Paco de Lucía o Camarón, y es uno de los padres de lo que algunos llaman flamenco fusión, un género desarrollado durante las últimas décadas del siglo pasado y que unía los palos y ritmos tradicionales del flamenco con muchos otros estilos, desde la música electrónica hasta el jazz, el pop o los ritmos africanos que popularizaron los Mártires del Compás. ¿Os suenan Ketama, Chambao o Estopa? La historia de la música española de los últimos 40 años hubiese sido muy distinta sin Kiko Veneno.
Además de la influencia que ha tenido en muchos otros artistas, la figura de Kiko Veneno está unida a su independencia: a sus 68 años sigue componiendo, editando y produciendo sus discos, tras romper con Ariola hace ya 20 años.
Esta canción, los delincuentes, es una composición de 1977 que, además de mezclar ritmos propios del Jazz y el flamenco, ha servido como fuente de inspiración para muchos otros grupos, como los propios Delinqüentes, que nunca ocultaron el origen de su nombre.
Volviendo al origen de este post, no sé si la conducta de los actuales miembros del gobierno puede considerarse delictiva o no; no me interesa la política, ni creo que ahora haya que perder el tiempo con esto. Lo que sí que me preocupa es que nuestros representantes, quienes deberían ser los mejores de los nuestros y los más capaces para gestionar la cosa pública, sean una panda de inútiles, más preocupados por ocultar sus errores y sus carencias y por justificar a sus acólitos que por defendernos de uno de los retos más crueles a los que nos hemos enfrentado.
Pero podéis estar tranquilos; en cuanto podamos salir a la calle volveremos a centrarnos en nuestra empresas, en las personas que significan algo para nosotros y haremos cuanto esté en nuestra mano para volver a sacar a delante nuestros negocios, a pesar de vosotros.
Mientras tanto, siento que me estáis vendiendo, que estáis buscando nuestra ruina -o al menos, no os importa que caigamos en ella- y que muchos de los miembros del actual gobierno -no todos, por suerte- sois sólo unos comediantes, preparados para salir a la calle, pero no para trabajar para nosotros. Si esta canción habla de delincuentes, vosotros estáis demostrando que lo sois. Por favor, empezad a demostrar que os importamos.
Al resto, os deseo un feliz y enclaustrado domingo. Saldremos de ésta, no lo dudéis, por mucho que los delincuentes sean los que salen todos los días en el cartel.
PD: como siempre, aquí tenéis mi lista en Spotify con casi todas las canciones del domingo hasta la fecha (130)