
Por lo visto, mi cliente, una empresa industrial, contrató hace unos meses a un tipo en prácticas que prometía bastante; el joven tenía unos 20 años y estaba acabando una carrera técnica.
Al principio, el pájaro se desenvolvía bien con las máquinas y la directiva de la empresa llegó a augurarle un futuro prometedor. Sin embargo, de pronto su rendimiento empezó a bajar, el chaval se ausentaba sin causa aparente y, en definitiva, dejó de cumplir con las expectativas que se había depositado en él.
Fue entonces cuando se decidió a reconocer que su madre había sufrido un ataque de fiebre (¿?) y que, al no conseguir aplacarlo, la condujeron a Valencia, donde estaba ingresada. Los directivos de la empresa hablaron con él y le dieron un tiempo para que pudiera dedicarse a cuidar a su madre.
Semanas después la madre se encontraba peor, hasta que tuvieron que extirparle un riñon; fue en ese momento, al abrirle, cuando los médicos encontraron un cáncer con muy mala pinta. El chaval estaba hecho polvo, casi no podía trabajar y llegaba siempre al trabajo con la cara desencajada.
Durante varias semanas, la salud de la madre fue seguida con detalle por los casi cincuenta trabajadores de la empresa, que asistían atónitos a la maldad de los empleadores de su padre -que no le dejaban ausentarse de su trabajo para acompañar a su madre en su lecho de dolor-, a los consejos de los profesores de su hermano pequeño -que pasaba los días llorando, solo, hasta el punto de perder el curso- y a las lágrimas del tipo, que a duras penas lograba hacer frente a la situación.
Finalmente, un trágico día el chaval llegó al trabajo con los ojos bañados en llanto y dijo que su madre había fallecido.
La desolación se apoderó de la empresa, algunos directivos acompañaron con sus propias lágrimas al joven y éste se aprestó a cumplir el último deseo de su madre: que esparcieran sus cenizas por la sierra de Aitana, en concreto en el pueblo de Confrides.
En este momento, mientras el pobre huérfano extendía las cenizas de su difunta madre por la sierra alicantina, un compañero de trabajo, que prestaba sus servicios en otro centro de trabajo, se enteró de la desgracia. Sin embargo, su reacción no fue de tristeza, sino de sorpresa, ya que, según manifestó, la madre de su amigo le había regalado el día antes una cesta de frutas que ella misma había recogido. Extraña conducta para una muerta, ciertamente, la de triscar por el monte recogiendo fruta.
Sobrecogido por la revelación, un directivo de la empresa -que había llegado a invitar al joven a cenar a su casa para que su hermanito pudiese cenar caliente por una vez- dudó durante unos minutos entre llamar a un exorcista o directamente a la policía pero, en un ejercicio de prudencia, optó por acudir a la casa del chico para averiguar qué había de cierto en todo aquello.
Cuál no sería su sorpresa cuando al llamar a la puerta fue recibido por la madre del chaval con una cara de salud que ni Ronaldinho en los carnavales, acompañada por el pequeño hermano, que resultó ser un chicarrón de cerca de dos metros. La reacción de este hombre fue rotunda: ¡Coño señora, qué alegría me da saber que está viva!.
Por lo visto la señora ya sabía algo de todo aquello, porque la noticia de que su hijo la había matado y había extendido sus cenizas por la montaña no pareció sorprenderla demasiado. Al parecer, el pájaro pasaba las horas que debía estar cuidando de su madre en el hospital, volando un avión de radiocontrol con unos amigos.
El gachó aún tuvo el increíble morro de ir a la empresa a pedir el finiquito y una carta de recomendación, y justificó su conducta explicando que estaba un poco más p’allá que p’acá y que no era la primera vez que le pasaba algo así.
Sencillamente increíble. Este tío es un genio. También es un desgraciado, pero un genio al final. O acaso usted conoce a alguien capaz de matar a su madre -aunque sea de boquilla- y mantener en vilo a medio centenar de personas durante meses sólo para tener un rato para volar un avioncito.
Desde luego, vale la pena ser abogado aunque sólo sea para que, de vez en cuando, te cuenten historias como ésta…
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