Dinerito fresco

Este año estoy dispuesto a participar en el concurso » un sueldo para toda la vida» de Nescafé. Quizá sea porque nunca antes había comprado un producto de Nescafé para mí y por ese motivo no se me había planteado siquiera la posibilidad de participar.

Acabo de ver el anuncio en la tele, he recortado los cupones de una caja de capuccino y otra de nescafé classic y mañana pienso enviarlos por correo a donde demonios sea necesario. La única página web «oficial» del sorteo es un poco cutre y se lee mal con firefox, pero proporciona la información justa y suficiente para participar.

Mis recuerdos de este sorteo se remontan a muchos años atrás, cuando vi por primera vez a mi madre en la cocina de mi casa introducir las pruebas de compra de los botes de cristal de nescafé en un sobre blanco; mientras la observaba con veneración, de puntillas, escribir unos trazos entonces indescifrables en la parte delantera del sobre, recuerdo sentirme fascinado por el hecho de que alguien pudiera conseguir algo con sólo enviar una carta con dos papeles rojos (mi madre siempre ha sido muy de nescafé descafeinado). Creo recordar que en ocasiones el sobre se quedaba temporadas enteras en el primer cajón del armario de la cocina que se encuentra cerca de la nevera, así que no sé si realmente llegaba a enviar los sobres o sólo repetía el ritual por la ilusión de pensar en qué podría mejorar su vida esa promesa de sueldo para toda la vida. Se lo preguntaré esta noche cuando hable con ella.

No espero que, aunque llegase a tocarme el premio, éste supusiese un verdadero hito en mi paupérrima economía personal; la primera convocatoria del premio constaba de 50.000 pesetas (alrededor de 300 €), lo que nos permite hacernos una idea de cómo ha evolucionado el nivel de vida y en qué se queda lo que antaño pudiera parecer la panacea.

Aún así, mañana participaré en el sorteo, con pocas expectativas de ganar, pero con la satisfacción tardía de compartir una ilusión con mi madre.

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