No puedo hablar, pero nada de nada. Y no es que alguien esté coartando mi derecho de expresión, ni que esté aplicando la autocensura que tan en boga está ahora.
Simplemente estoy afónico, pero muy afónico. Tanto que no puedo hablar por teléfono ni reunirme con clientes, aunque sí trabajar con relativa normalidad. Maldición. Todo lo malo de estar enfermo y de no estarlo, junto. Si no fuera porque me encanta mi trabajo, tendría, incluso, motivos para quejarme.
Espero recuperarme pronto. En el ínterin, os recomiendo que uséis el e-mail o los sms para contactar conmigo, porque llamarme por teléfono ahora mismo es como contactar con Tutankhamon a través de un medium ruso, vamos, más o menos.
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