Quinto domingo del décimo mes del vigésimo tercer año del siglo XXI. 30 de octubre de 2022. Sabes que tienes que cambiar cosas en tu vida cuando dejas de pensar en quemar contenedores el día que cambian la hora para que amanezca y se haga de noche más pronto.
Ayer escuchamos que habían reabierto el Parque Gulliver de Valencia, así que K, Lola y yo nos montamos en las bicis y nos dimos un paseo por el antiguo cauce del río Turia, hasta llegar a una marabunta informe de lilliputienses, dispuestos a tomar el parque por la fuerza.
Las señales eran claras: sábado de puente por la mañana, un parque infantil gratuito y gigantesco, recién abierto y una temperatura fantástica para salir a la calle. Conclusión: allí había más gente que en la guerra y, aunque nos lo tomamos con un inesperado buen humor, se esfumó de golpe cuando, de repente, apareció una niña rusa de unos 3 años y, sonriendo, le soltó una pedrada en la cara a Lola.
Reconozcámoslo, los padres no estamos diseñados para ver cómo apedrean a nuestros hijos. Si en ese momento no te llevan todos los demonios del infierno, es que estás podrido por dentro.
Por suerte, todo quedó en un susto. A Lola se le hinchó un poco la cara, la otra niña se puso a llorar porque no entendía que la lapidación sólo es graciosa en la vida de Brian y acabamos deslizándonos por todos los pliegues del traje de Gulliver como posesos. Fue un buen día, que podía haberse torcido mucho.
Nuestros hijos son unos fantásticos recordatorios perennes de nuestra propia fragilidad. Aunque muchas veces sean unos pequeños cabrones desagradecidos, puedes entender que haya padres que roben y maten para protegerlos, porque en algún lugar de tus genes tienes grabado que su vida y su felicidad son más importantes que la tuya y la de cualquier otro ser del universo.
Todo lo que gira alrededor de la relación entre padres e hijos tiene una alta carga de irracionalidad, que la convierte en una experiencia maravillosa y, al mismo tiempo, en una putada insufrible, a poco que valores tu tiempo, tu espacio personal y tu propia vida.
Mi amigo Juan Domínguez sostiene que es imposible proteger a nuestros hijos y que el único objetivo al que deberíamos aspirar durante su adolescencia es que lleguen vivos, razonablemente sanos y sin reproducirse hasta los 20 años, para que puedan tomar decisiones sin limitar su opcionalidad. Cuca -mi maravillosa psicóloga-, en cambio, me echa siempre al bronca porque en su opinión sobreprotejo a Lola. Estoy pensando en pedirle a Lola que apedree a su hija, a ver qué opina entonces.
Os cuento todo esto porque el año pasado convencí a mi hija de que la canción “Muriendo de envidia”, de C Tangana, hablaba sobre ella y ahora no sé cómo decirle que, en realidad, la Lola que aparece en la primera estrofa es Lola Flores, la Faraona, a quien le dedicó la tonadilla su marido, Antonio González, el Pescaílla. ¿Soy un mal padre por esto? Seguro que no.
Se están muriendo de envidia
las flores, las estrellas y la mar bella,
porque Dios te hizo, Lola,
más bonita que a todas ellas
Según Spotify, Muriendo de envidia es la canción que más veces escuché en 2021, seguida muy de cerca por la banda sonora completa de Frozen. No sé por qué os extraña, lo tiene todo: son cubano, flamenco, Elíades Ochoa (que ya ha aparecido por aquí en 2018, en El cuarto de Tula)- y Lola, la mía, claro.
A pesar de ser un producto diseñado para convertirse en un éxito mainstream, El Madrileño fue mi disco de referencia en 2021. No había oido hablar de C Tangana (AKA Antón Álvarez) ni me interesa lo más mínimo el trap, pero un álbum que es capaz de reunir a Jorge Drexler, Andrés Calamaro, Kiko Veneno, Elíades Ochoa y a tantos otros totems de la música en español de las últimas décadas, en tantos estilos distintos, merece al menos una escucha atenta.
Si le prestas un poco de atención y dejas tus prejuicios de boomer al margen, disfrutarás de una obra extraordinaria en todos los sentidos: por la calidad de la producción (Alizzz mediante), el talento de todos los que se han reunido alrededor de Pucho -y del propio C Tangana- y por un eclecticismo bien entendido y adaptado a la segunda década del XXI, con guiños reconocibles para cualquier ser humano que hable español y haya nacido durante el último siglo.
Para mí, Muriendo de envidia siempre será la canción que Lola me pedía -y me sigue pidiendo- de camino al colegio y que me ha acompañado en mis viajes con K alrededor del mundo durante 2021, así que me quedo aquí sentando, sonriendo un rato, mientras disfrutáis de vuestro maravilloso domingo de puente.
PD: como siempre, aquí tienes mi lista con todas las canciones del domingo en orden cronológicamente inverso.
PD II: si te ha gustado este post., puedes apuntarte a mi lista y te avisaré cuando publique el próximo http://eepurl.com/h-O2lf. 100% spam-free garantizado 🙂
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