A raíz de mi post del pasado lunes, he estado reflexionando acerca del odio que suscita la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) entre un amplio sector de la población española, por no decir entre todos los sectores, a excepción de los autores y editores que obtienen ingresos a través de dicha entidad.
Desde un punto de vista estrictamente argumentativo, este odio carecería de justificación: la finalidad de la SGAE, de acuerdo con la Ley de Propiedad Intelectual, se limita a
la gestión de derechos de explotación u otros de carácter patrimonial, por cuenta y en interés de varios autores u otros titulares de derechos de propiedad intelectual
Esto significa que la SGAE, en realidad, sólo existe como extensión de la acción de gestión de los derechos de los autores y editores, que son los que se lucran de las actuaciones de la SGAE de las que, una y otra vez, abominamos públicamente y en privado. No olvidemos que, por ley, las entidades de gestión no tienen ánimo de lucro, lo que no impide que estén reformando un palacio como sede social o que la oficina de Shanghai (¿?) esté ubicada en un edificio de oficinas en pleno Bund, la milla de oro de la ciudad.
Si lo pensamos fríamente, las entidades de gestión son los instrumentos que utilizan los autores para asegurarse sus ingresos. Son lobbies en toda regla, grupos de presión que apoyan los intereses de un colectivo con intereses afines. Y esto es algo absolutamente lícito, como lo son los sindicatos o determinadas asociaciones.
Sin embargo, todo el mundo odia a la SGAE, mientras que cientos de miles de personas se encuentran adscritas a sindicatos de todo tipo, desde albañiles hasta jueces. ¿Por qué?
Reflexionando, he llegado a la conclusión de que existe tres motivos principales (y tal vez cientos de motivos secundarios) para que la SGAE sea la organización más odiada de nuestro país:
1.- Las entidades de gestión pretenden criminalizar a la población española.
La implantación del canon digital, los jucios -perdidos- contra el P2P, las contínuas campañas de desinformación y muchas otras actuaciones promovidas por las entidades de gestión tienen como único objetivo criminalizar a toda la población española. Si consigo que todos sean culpables, voy a conseguir que todos paguen. Si todos pagan, recaudaré más dinero, que utilizaré en diseñar una campaña para que cada vez paguen más.
No tiene sentido. No se puede pretender cobrar un canon por utilizar internet porque el ADSL es un servicio, no un producto. El ADSL no tiene contenidos. Pero antes o después conseguirán ingresos también a través de esta vía. Tampoco tiene sentido que todo el que compre un CD virgen o una impresora tenga que pagar a las entidades de gestión y ya lo estamos haciendo.
No puedes pretender criminalizar a toda una sociedad, obtener millones de euros de sus bolsillos por conductas absolutamente neutras, que nada tienen que ver con tu ámbito de actuación, y salirte de rositas.
2.- Las entidades de gestión perpetúan un modelo caduco y contrario al mercado.
Cuando un profesional lleva a cabo una operación (crea o vende un producto o presta un servicio), obtiene a cambio una remuneración y, si se trata de una operación realmente buena, puede incrementar su prestigio, de forma que más clientes llamarán a su puerta. Pero no sigue recibiendo ingresos indefinidamente por dicha operación, salvo que así lo haya pactado expresamente, y jamás he visto un acuerdo como éste.
Sin embargo, el sistema que defienden las entidades de gestión pretende perpetuar un modelo pensado en otro tiempo para una problemática muy distinta, como era la edición física de libros en los siglos XV y XVI.
Este modelo atribuye un derecho de remuneración a los autores por cada copia de sus libros que se edite. Hasta aquí estamos de acuerdo. No tiene sentido que un editor pueda obtener una remuneración por una obra ajena, y que el autor no se vea recompensado aunque sea en una pequeña proporción. Sin embargo no estamos hablando de libros impresos y comercializados con ánimo de lucro. Tampoco es necesario profundizar ahora en el concepto de lucro directo e indirecto.
En un contexto tecnológico distinto, en el que las copias digitales (y, por tanto, exactas) de las obras circulan gratuitamente en segundos de una parte a otra del planeta sin que se genere ningún beneficio para el que transmite, el que la recibe o el que hace posible la comunicación, carece de sentido aplicar una norma pensada hace más de 500 años para la edición física de libros. Hay otros modelos, igual de lucrativos, más justos y más adecuados a la realidad.
3.- La SGAE no se preocupa de su imagen
Durante los últimos años hemos visto a una SGAE totalmente desatada, crecida, violenta, que contrata a detectives para que graben imágenes de bodas, bautizos y comuniones; que denuncia a pueblos enteros por recrear fragmentos de su historia; que se lucra de actos benéficos en apoyo a niños enfermos, reduciendo así sus posibilidades de curación; que lucha por extender cada vez más el alcance del canon digital, una medida cuya impopularidad es asimilable a la participación en la guerra de Irak, para cobrar mayores cantidades por cada vez más conceptos.
La SGAE proyecta una imagen maligna y negativa que se refleja en su presidente, Teddy Bautista, y en algunos de sus colaboradores. Éstas son algunas de las perlas que el propio Bautista ha dejado en los últimos meses:
– “El Canon es agua pasada, se paga y ya está, a quien no le guste que se aguante.”
– “No estamos para ser simpáticos, sino para ser eficientes”
Sr. Bautista, no es así como se consigue educar a toda una sociedad. La educación, el diálogo y la acomodación a la realidad de la sociedad es la única forma en la que la SGAE podrá sobrevivir. El Sr. Bautista es un elemento distorsionador, polémico, agitador, que consigue hacer ruido y cumplir sus objetivos, pero no es éste el camino que debe seguir la SGAE; no, si pretende seguir cobrándonos a todos cada vez más.
La SGAE debería cuidar su imagen. Debería ser más simpática. Debería ser más sincera, más didáctica. No es lo mismo comprar o vender un CD pirateado o robar un bolso que descargar una canción a través de un servicio P2P. Así lo han reconocido los tribunales españoles. Por una vez, vamos a tratar de ser todos un poco más asertivos y a dejar de pensar que el otro no es un idiota descerebrado.
Las entidades de gestión deberían aprovechar todo el potencial que tienen detrás, toda su base social de escritores, músicos y artistas cuyas obras son seguidas por millones de personas, para mostrar la parte positiva de apoyar la cultura.
Sin embargo, bajo la batuta del Sr. Bautista, la SGAE muestra lo peor del sistema, ataca con rabia y se defiende con violencia, porque es consciente que su modelo tiene los días contados.
Yo no quiero que las entidades de gestión desaparezcan. No quiero que la SGAE muera entre estertores, pese al daño que ha causado a miles de personas y organizaciones, a las que ha impuesto un modelo carente de sentido. Sólo pido que reflexione, que defienda una causa que sea defendible, que colabore en la creación de un nuevo modelo sostenible, próximo a la sociedad y que, si dice hablar en nombre de la cultura, que defienda la cultura y no sólo los intereses de los autores.
Odiamos a la SGAE porque sentimos que la SGAE nos odia a nosotros. Y la pelota, esta vez, está en su tejado.
Excelente post. Plenamente de acuerdo contigo.
Gracias @David. Al final me ha salido un poco largo 😉
Un post genial, totalmente de acuerdo en todo, esperemos que algún día la SGAE se porta como debería portarse.
Saludos.
Es lo que dices, tienen los dias contados, no van a cambiar, desapareceran aplastados por el nuevo modelo cambiante de la sociedad. Parece que vivan en la Edad de Piedra -.-
Bravo, y mil veces bravo. Ojalá voces como la tuya llegasen más lejos, medios de comunicación y Parlamento español incluidos, para que esa sarna que es nuestra clase política hiciese algo de una vez por el bien de nuestra sociedad.
Bravo
Gracias Jorge, me alegro de que compartas mi visión sobre el tema. Necesitamos mucha menos crispación y mucho más debate, y sobre todo visión sobre la realidad del mercado y de la sociedad actual.