
Segundo domingo del séptimo mes del sexto año de la segunda década del siglo XXI. 12 de julio de 2015. Estoy hasta las narices de Grecia y de Casillas, como todos vosotros. En fin, vamos al lío.
Hoy he desayunado con la noticia de la muerte de Javier Krahe. Vaya mierda. En un mundo podrido por la corrección y lo políticamente correcto, la figura de Javier Krahe destacaba o, mejor dicho, debería haber destacado como una cerilla en el fondo de un pozo. Y eso que yo soy poco fan de los aspavientos, pero cuando uno tiene ganas de enviar a unos cuantos a tomar por el culo -esto me pasa al menos un par de veces al día-, se pone a escuchar cuervo ingenuo (sí, esa canción que le dedicó al PSOE de Felipe González después de la entrada de España en la OTAN) y se da cuenta de que siempre hay otra forma más inteligente y elegante de hacer las cosas. Precisamente Krahe era seguidor de George Brassens, a quien versionó varias veces, la otra gran referencia del género (¿qué género?) en Europa en el pasado siglo.
Javier Krahe era un provocador, pero no creo que lo fuese solo por convicción, sino sobre todo por gusto; aunque su sentido estético fuese discutible (recordemos el famoso vídeo cómo cocinar un crucifijo, tan chorra como inofensivo), hace muchos años que incorporé varias de sus canciones a mi propia acervo musical, como el topo, Marieta, la hoguera o la que hoy traemos como homenaje: no todo va a ser follar.
Y habrá también que comprarse unos calcetines,
también habrá que regar esos cuatro tiestos,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar,
y habrá que documentarse sobre los delfines
y habrá también que firmar,
no todo va a ser follar,
muchos manifiestos.
Seguro que muchos habéis escuchado el mítico disco la Mandrágora, que grabó junto con Joaquín Sabina y Alberto Pérez en el sótano del local homónimo en 1981. Si no lo habéis hecho, no sé a qué habéis dedicado vuestra vida durante los últimos 35 años, pero entrad ahora mismo en spotify y escuchadlo; luego me lo contáis. De nada.
El vídeo que acompaña este post fue grabado en la Sala Super 8 de Ferrol hace apenas seis meses y en él podéis ver a Krahe en plena forma, demostrando que con 71 años se puede dar todo en el escenario. No voy a decir lo de siempre, que es una pérdida irremplazable o, yo que sé, que era un ejemplo para la raza humana, pero lo cierto es que me quedo con muchas ganas de haberle visto -y aplaudido- en directo y que seguiré escuchando sus canciones y pensando que es posible hacer las cosas de otra forma y reírse del pensamiento único con un poco de inteligencia -y de huevos, también hay que decirlo-.
Gracias a mi amigo David Leoz por regalarme mi primer CD de Javier Krahe (surtido selecto) en 2002 y a ti, maestro, por hacerme pasar tan buenos momentos. Al resto, que acabéis de pasar un gran domingo.