El frotar se va a acabar.
Sí, amigos, todo esto del quantified self está muy bien, pero a veces descubres cosas que no molan. No lo digo porque corra menos o más lento que mi amigo David Zaragoza (lo contrario sería casi humanamente imposible) o consuma menos calorías de las que ingiero o, qué se yo, que el número de e-mails que recibo al día siga una progresión geométrica. No soy Stephen Wolfram, pero el caso es que me he dado cuenta de que mi vida digital -y probablemente la tuya- se ha convertido en una espiral de interacciones vacías de valor que me hacen perder años de vida a cambio de N-A-D-A.
Estoy hasta las pelotas de los grupos de whatsapp, de los comentarios en facebook, los checkins en swarm -oh cielos, han vuelto los mayors- y los chistes en, bueno, en fin, en cualquier sitio, ya sabes.
El futuro no era esto. Me resisto a pensar que mi vida está abocada a la muerte por infoxicación o lo que yo llamo la entretenimuerte, que no es otra cosa que una mezcla letal de procrastinación y onanismo social que conduce a la parálisis por autocomplacencia. Sí, ya lo sé, First World Problems y toda esa mierda, pero a mí me afecta y he decidido hacer algo al respecto.
Que sí, que la tecnología está muy bien y yo vivo de ello, no estoy hablando de convertirme en un eremita digital aunque de buen gusto recuperaría mi Startac del 95. De momento he empezado a montar un huerto y me como unos tomates que se me saltan las lágrimas.
Lo que quiero decir es que, en el fondo, me importa una mierda que tu hijo se haya comido la primera papilla, o que sea tu cumpleaños o que tengas un nuevo trabajo, o tengas resaca, o, no sé, que odies al mundo porque hace trescientos años alguien te la metió doblada, como te debería dar igual que yo haya montado dos o doscientas empresas o que haya adoptado un gato, esté en un festival, me coma un cachopo o el puto euromed me haya vuelto a dejar colgado.
Si no nos hemos llamado o escrito o visto para contárnoslo, probablemente sea porque nos dé exactamente igual lo que nos pase. Vale, eso suena muy triste, pero aún lo sería más que nos importe y no lo hablemos. ¿No crees?
Voy a ahorrarte mis pajas mentales para ir al grano. Mañana me largo de vacaciones -no me busques a partir de las 14:00- y voy a aprovechar para cambiar unas cuantas cosas:
– a la mierda whatsapp. Esta noche voy a dejar de usarlo, así que no me busques por ahí a partir de mañana.
– fuera las apps: facebook, linkedin, swarm… todo fuera del móvil. De momento voy a mantener mis perfiles, porque a veces pueden ser útiles, pero desinstalaré las aplicaciones de mensajería y redes sociales, salvo Slack, porque la necesito para trabajar.
– normas para el e-mail: tampoco voy a aburrirte, pero estoy cambiando drásticamente la forma de revisar y contestar el e-mail. Hay mil técnicas distintas, veremos si esta por fin me funciona, pero no esperéis que os responda en menos de 12 horas un correo. Esto nos lleva a que si queréis algo…
– llamarme (guanche): el teléfono, sea más o menos listo, sirve para llamar. Vale que por mi -horrible- forma de hablar no sea fácil entenderme, pero es lo que hay. Nadie dijo que fuera a ser fácil.
– equipo: tengo la suerte de tener un equipo -en realidad dos, pero vamos a simplificar- cojonudo, mucho mejor que yo en la mayor parte de cosas que hacemos juntos al cabo del día. No soy nada bueno delegando, pero eso va a cambiar drásticamente.
Y de momento esto es todo. Podéis preguntaros ¿y a mí qué cojones me importa todo esto? Bien visto. Seguramente sea así y te dé igual, pero si has llegado hasta aquí, quizá también estás preocupado por tu propia entretenimuerte y quieras cambiar cosas. Adelante, hazlo y compártelo para que podamos mejorar juntos.
No estoy seguro de que mi plan vaya a funcionar, pero dicen que la mejor forma de cumplir los objetivos es compartirlos públicamente, por eso de la presión social y tal.
Ya os iré contanto. O no.