“Operaciones de inversión y pactos de socios” es el título de una charla que imparto todos los años en varios postgrados universitarios y escuelas de negocios.
En esta sesión hablo sobre cómo diseñar una estrategia ganadora a la hora de negociar con tus cofundadores y tus inversores y pongo unos cuantos ejemplos prácticos de casos reales que he visto durante los últimos 25 años.
Un resumen muy ejecutivo sería éste: conoce bien a tus socios y anticípate a los conflictos, porque las crisis son inevitables y hay que llegar bien armado al campo de batalla para minimizar las bajas. ¿Conoces el aforismo si vis pacem para bellum? Pues eso. No hay mejor forma de ganar una guerra que no luchándola, y no lo digo yo, sino el mismísimo Sun Tzu.
Por desgracia, hay muchos motivos por los que las desavenencias entre los socios pueden llegar a convertirse en batallas encarnizadas, llegando a poner en riesgo la viabilidad de las empresas.
Por simplificar, voy a destacar tres:
– la falta de alineamiento con la misión, la visión o los objetivos de la compañía: si tenéis empresas distintas en la cabeza, es difícil que os pongáis de acuerdo sobre cómo gestionar la que habéis creado entre todos.
– los conflictos personales entre los socios: a veces, simplemente, te llevas mal con tus socios o descubres demasiado tarde que tu compañero de viaje es un inadaptado social, incapaz de mantener una relación sana con otro ser humano. En este caso, da igual el negocio que intentes crear, ya sabes cómo va a acabar.
– la falta de conocimientos elementales de negocio o gestión, como la diferencia entre trabajo y capital, inversión y financiación, administración y gestión. Si no habláis el mismo lenguaje, es difícil que os entendáis.
Tengo dos noticias para ti: la mala es que no puedes evitar que alguien se cabree contigo y te declare la guerra; la buena es que si has hecho los deberes, cuando llegues a este momento, tendrás la solución al alcance de tu mano.
Una forma interesante de anticiparte a los problemas, que casi nadie utiliza pero que ha salvado a muchas de las compañías con la que he trabajado, consiste en sacar a la luz las agendas ocultas.
¿Qué son las agendas ocultas? Muy sencillo: es todo aquello que forma parte de tus planes de vida personal y profesional, tus expectativas, deseos y aspiraciones de cualquier tipo, que no has compartido con tus socios, no porque seas una persona horrible -quizá lo seas, no estamos hablando de esto-, sino porque ni siquiera te has planteado que sean relevante para el futuro de la empresa.
¿Y qué es relevante para el futuro de la empresa? ABSOLUTAMENTE TODO. Te pongo algunos ejemplos:
– tu familia: ¿quieres tener hijos? ¿cuántos? ¿dónde? ¿con quién? ¿cuándo? ¿tienes alguna otra carga o dependencia familiar relevante?
– tus hobbies: ¿qué te gusta hacer fuera del trabajo? ¿cómo repartes tu tiempo entre tu vida personal y profesional? ¿te apasiona crear empresas y llevarlas del cero al uno o esto es sólo una alternativa al trabajo?
– dedicación: ¿vas a dedicarte a la empresa a tiempo completo o parcial? ¿O vas a poner algo de pasta y algún otro recurso, pero no vas a dedicarle ni un segundo más? ¿qué pasará cuando haya una urgencia o se acabe la pasta? ¿cuántos años vas a estar ligado a la compañía? ¿qué pasará si decides irte o el resto descubra que eres un inútil y que hace falta otra persona para que haga el trabajo que te comprometiste a hacer?
– Proyección: ¿cómo te imaginas la compañía dentro de 2/5/10 años? ¿tienes pensado dar entrada a nuevos socios o inversores? ¿quieres un negocio que escale y se convierta en líder de un sector o sólo buscas una fuente estable de ingresos para pagar las facturas? ¿prefieres tener -y pagar todos los meses- a 5 empleados o 500? ¿cuál va a ser tu rol en la empresa dentro de 5 años?
– patrimonio: ¿qué pasa si la empresa no puede pagar tu salario durante 6 meses? ¿puedes sobrevivir o tendrás que buscarte otro trabajo remunerado? ¿cuánto es lo mínimo que puedes cobrar para sobrevivir hasta que la compañía tenga suficientes recursos?
Leyendo esto quizá piense “eh, que yo no tengo por qué hablar con mis socios de mi vida, ni de sus movidas personales”
Si es tu caso, no montes una empresa, porque TODO lo que te pase a ti y a tus socios, dentro o fuera de la empresa, va a afectar a su capacidad de crecimiento, su funcionamiento interno y, por tanto, a su viabilidad.
Obviamente, no es lo mismo tener un 0,00000001% del capital de un banco que fundar un negocio con el 60% del cap table; en el primer caso, da igual quién seas y lo que hagas. En el segundo caso, sólo importa quién eres y que seas capaz de hacer lo que has dicho que vas a hacer.
Crear empresas con socios va de generar las expectativas adecuadas y cumplirlas de la forma más honesta posible. Y crear expectativas no consiste en darse golpes en el pecho y tirar de galones, sino de ser muy claro con tus socios sobre lo que pueden esperar de ti, sea mucho, poco o nada más que la pasta o el empujón inicial.
Sea como sea la contribución de cada uno de los socios a la empresa, es mejor que todos sepáis qué podéis esperar de los demás, porque no hay nada más peligroso -ni más decepcionante- para una compañía recién creada que echar a andar en grupo y que, cuando te des la vuelta, no haya nadie alrededor, porque cada uno ha seguido un camino distinto o alguien se ha quedado abrazando un árbol.
Esto es algo que, antes o después, pasará en tu empresa. A veces serás tú el que estire de la cuerda más de lo necesario y otras veces serán tus socios los que te exijan algo distinto de lo que te has comprometido a hacer.
No te preocupes por esto, es razonable. Algunos fundadores viven tan pegados a sus excels que acaban por creer que pueden manejar sus empresas como una extensión de sus proyecciones, en lugar de estar atentos y adaptar continuamente sus planes a la realidad. Cuando una empresa arranca, las expectativas sirven para apuntar, pero casi nunca para disparar.
Ahora que no nos lee nadie, te confesaré que es materialmente imposible influir en las expectativas de los demás. Da igual lo que digas, lo que hagas o lo que acuerdes: siempre habrá alguien que no esté satisfecho con cómo están saliendo las cosas y muchas veces ese alguien serás tú.
Por este motivo, siempre recomiendo a mis clientes que, antes de tomar la decisión de poner en marcha un negocio, hablen mucho entre ellos, se pongan de acuerdo en los grandes temas y firmen un pacto de socios en el que plasmen con todo el detalle posible quién va a hacer qué y qué va a pasar cuando no sean capaces de ponerse de acuerdo, no sólo en el tratamiento, sino tampoco en el diagnóstico.
Los acuerdos no van a cambiar las expectativas de tus socios, pero al menos quedará constancia del marco que definisteis al principio del camino, por si más adelante es necesario refrescarlo.
A lo largo de los últimos 20 años he fundado seis compañías, la mayor parte de ellas con socios. En la actualidad, me siento muy orgulloso de poder compartir trinchera con Emma -aka K- (Metacorp), Pascual y María (Descorchify), además de unas cuantas decenas de socios con los que comparto cap table en otras compañías como business angel.
He tenido muchísima suerte con la mayoría de mis socios, incluso con los que creé mi primera startup hace 20 años sin saber apenas qué era una empresa, porque siempre me he esforzado por entender sus circunstancias y explicar las mías.
Pero no siempre las cosas han sido tan fáciles: también he tenido socios tóxicos que han provocado situaciones de conflicto de las que he preferido salir corriendo, porque cuando una rata te obliga a luchar por un trozo de pan duro, si entras en el juego corres el riesgo de acabar convirtiéndote tú también en una rata y ya hay demasiadas ahí fuera.
Conoce bien a tus socios. Habla mucho con ellos y construid juntos una proyección realista de vuestra empresa a 5-10 años vista. Repartid las cargas en función de vuestras capacidades y estableced mecanismos de control sobre el cumplimiento de vuestras responsabilidades. Si tenéis que elegir entre cuantificar o cualificar tareas y objetivos, cuantificad siempre.
Todo esto no va a garantizar que vuestra empresa funcione, pero puede ayudaros a mantener una relación sana con vuestros socios; al fin y al cabo, van a ser unas de las personas más importantes de vuestras vidas, porque acabaréis compartiendo experiencias, triunfos, derrotas, frustraciones y montañas rusas, así que creo de verdad que el esfuerzo merece la pena.
Y si un día levantas la cabeza y te encuentras rodeado de alimañas, respétate a ti mismo, haz el petate y sal por la puerta sin hacer ruido. Hay profesionales en el arte de llevarse el último euro, que siempre tienen un problema para cada solución y con los que no vale la pena discutir fuera de los juzgados.
Al fin y al cabo, siempre ha sido más divertido abrir caminos nuevos que arrastrarse por los callejones ¿no crees?
Ojalá encuentres buenos compañeros de viaje, son el mejor -quizá el único- motivo por el que vale la pena empezar a andar.
¡Mucha suerte!
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