
En su ética protestante y el espíritu del capitalismo Max Weber defendía que los valores adscritos a la Reforma protestante constituyen la base del capitalismo, ya que coinciden en el valor del esfuerzo, la optimización de los recursos y vivir con los puños más cerrados que Canelo (esto último no lo decía Weber)
La mayoría de mensajes con los que convivimos se sustentan en la misma oferta de valor: maximizar tu potencial. Nos venden tecnología que nos ayuda a producir más en menos tiempo; instrumentos financieros que nos garantizan la mayor rentabilidad posible para ahorros e inversiones; coches caros, cremas con principios activos impronunciables y alimentos insípidos que nos hacen más atractivos (o más parecidos al tipo atractivo estándar), aumentando de paso nuestras probabilidades de reproducción.
Sin embargo, esta obsesión por maximizar el retorno del esfuerzo contrasta con la axiología tradicional del sur de Europa, donde somos más del joie de vivre, la dolce vita, el carpe diem y el folleu, folleu que el món s’acaba. Nuestro estilo de vida horroriza a cualquier persona crecida en un país de tradición protestante, un horror preñado de incomprensión y, por qué no decirlo, aderezado con unos chorros de envidia malsana.
Por eso nadie se escandaliza cuando tiramos de deuda pública para financiar las pensiones, la sanidad y los viajes a Benidorm de la segunda población más envejecida del planeta o cuando construimos estaciones de AVE y aeropuertos en mitad del campo. Ya sabemos que vivimos en un estado quebrado, con una deuda inasumible, pero nos gusta vivir bien y eso cuesta y, en fin, para eso entramos en Europa, ¿VERDAD?
Quizá pienses que estoy criticando esta actitud, porque es ilógica e insostenible, pero no, yo estoy muy a favor de despilfarrar, en el sentido que la RAE le da a esta expresión: consumir el caudal en gastos desarreglados. Qué buena definición, eh.
Dime que tú no estás harto de mirar cada euro que gastas, cada minuto que dedicas a cualquier cosa que no sea currar o cuidar de tu familia, cada pequeña decisión que tomas. Siempre vas a tope, siempre tienes cosas que hacer, siempre serías un poco más feliz si tuvieras unos cuantos miles de euros más en la cuenta.
Vivir así es un auténtico coñazo y tenemos derecho a rebelarnos.
Hay muchas formas de esquivar el afán optimizador, como por ejemplo escribir este blog a pesar de mi evidente falta de talento, sólo por el gusto de soltar unas cuantas palabras y ver cómo salen volando en forma de bytes, irrelevantes en la maraña de trillones de datos creados y almacenados a lo largo del planeta.
Lo mejor de todo es que no necesitas apenas nada para empezar a despilfarrar. Dedica tiempo a cosas inútiles, sólo porque son divertidas o importantes para ti. Cómprate algo que no va a mejorar tu vida, pero sí que te hará feliz durante un rato. Dedica todos los días un rato a meditar, revisa tus fotos de hace años, disfruta mirando a tu pareja, tus hijos o tus padres cuando no te están mirando a ti. Medita. Folla todo lo que puedas.
¡No sé, joder, haz algo! Deja de postergar las aficiones que no te reportan ningún beneficio, porque de eso va la vida, de disfrutar un poco antes de que te aplaste un piano, te reviente el corazón o, simplemente, desaparezcas sin hacer ruido y la gente empiece a olvidarse de ti y tu increíble capacidad para rentabilizar tus 300€ euros mensuales de ahorro, que piensas utilizar cuando necesites que alguien te limpie ese culazo que has criado a base de comer pizza y moverte menos que un gato de escayola.
Si la pandemia, la irrupción de las IAs y el estado de rotura permanente de los mercados financieros nos han enseñado algo, es que no tenemos ni reputísima idea de cómo va a ser nuestra vida dentro de 15 años, si seguimos aquí.
Yo no sé en qué va a trabajar mi hija Lola dentro de 20 años, ni siquiera sé si tendrá que hacerlo para vivir. No sabemos si las formas de intercambiar y acumular recursos seguirán basadas en esas monedas que atesoras con tanto ahínco. Es maravilloso vivir en esta época tan heraclitana (¿esto existe?) de cambio permanente, en la que puede pasar de todo y nuestras únicas certezas tienen fecha de caducidad temprana.
Despilfarra, derrocha y disfruta. Que les den a Marie Kondo y a Calvino. Y que viva el sur.
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Que razón tienes Luis!! Buenísimo!!
¡Gracias! 🍷
Los cobardes nos quedamos a mitad de camino, queremos gastar tiempo pensando pero rentabilizarlo haciendo cosas que mejoren el entorno. Como siempre digo #PensarHaciendo