Gallina

Con el auge del fenómeno emprendedor, esa bonita forma de decirle a la gente “nadie te va a contratar y no vamos a hacer nada más por ti, así que ¡búscate la vida!”, proliferan los vendemotos que intentan, no sólo convencerte de que has de emprender -aunque no estés preparado para ello- sino también pretenden decirte cómo tienes que hacerlo, basándose habitualmente en medias verdades, experiencias traumáticas y ganas de vender su propio libro.

No nos escandalicemos, esto pasa siempre que algo se pone de moda. No estoy pensando sólo en el SEO o el Social Media, que tienen su importancia y utilidad, en su justa medida. Me refiero al squash y el padel, a las peonzas, a Second Life, los cigarrillos electrónicos, el cambio climático, el gintónic, el solomillo con foie, Belén Esteban y todas esas cosas que en algún momento han ocupado nuestra atención, generando hordas de expertos, consultores y acechadores al rebufo de todo tipo y calaña. Incluso de la buena.

El problema de decirle a alguien qué y cómo tiene que hacer algo es que a veces las cosas funcionan y a veces no. Todos conocemos a gente muy preparada que es capaz de aportar valor a un negocio por su experiencia y conocimiento, pero sobre todo por su implicación, y a chupatintas del tres al cuarto que se pasan el día hablando en twitter sobre el esfuerzo y la pasión sin haber sido capaces de levantar un solo negocio digno en su vida.

Dejadme que comparta algo con vosotros que seguramente ya sabréis: yo NO soy un empresario de éxito. Mi primera empresa (e-contratos) se fue al garete después de cinco años de un esfuerzo sobrehumano. Lo perdí todo. TODO. Si alguien os dice que fracasar mola, daos la vuelta y echad a correr. Eso, si no tenéis un palo; si lo tenéis, dadle bien fuerte en la cabeza de mi parte antes de salir corriendo. Conozco un abogado que os defenderá a un buen precio 😉

Después de cerrar mi primera empresa, estuve deambulando sin rumbo fijo durante un tiempo hasta que conseguí, currando como un animal, reunir los 4.000 euros con los que fundé Metricson en enero de 2010. Metricson no iba a ser un despacho de abogados, porque cuando salí de Ernst & Young en 2003 juré que jamás volvería a trabajar como abogado. Ahora soy un perjuro feliz. Si a alguien le interesa saber de qué iba Metricson al principio, estaré encantado de explicárselo. El hecho es que unas cosas llevaron a otras y Metricson empezó a funcionar.

En 3 meses dejé de trabajar en casa a buscar una oficina en Valencia. 6 meses más tarde me trasladé con mi santa esposa, que dejó su trabajo para acompañarme, a Barcelona y ocupé un despacho en la oficina de mi amigo Kiko Guirao, a quien tanto debo. Poco después Ángeles se incorporó al equipo y apenas unos meses más tarde nos trasladamos a nuestro actual despacho, que ya se nos ha quedado pequeño.

Hoy en Metricson prestamos servicios legales integrales a más de 300 empresas de casi todo el mundo, desde pequeñas startups hasta fondos de inversión o gigantescas empresas tecnológicas que son líderes de sus industrias, tenemos acuerdos con despachos de todos los continentes salvo la Antártida -de momento- y seguimos creciendo, cada vez más rápido. Además seguimos incorporando a profesionales a los que admiro para cubrir puestos claves en nuestra organización (aquí tienes nuestra última oferta). Si además ganásemos pasta, sería la leche.

Además de Metricson, participo en una empresa que se llama Terminis. Aún estamos en fase de pruebas y no es el momento de avanzar demasiado sobre ella, pero sí que puedo adelantaros que tiene unos números espectaculares y que tenemos una oportunidad real de hacer algo grande, que cambie la forma de hacer negocios en internet. Ya hablaremos sobre Terminis cuando toque.

Os cuento esto porque, aunque me lo estoy pasando genial con Metricson, sigo sin ser un empresario de éxito y seguramente no lo seré jamás. Soy un pequeño empresario -por Dios, dejad de restregar vuestro ego con la palabra emprendedor, ya está bastante desgastada- con un pequeño despacho que jamás se venderá, y no por falta de ofertas.  No he seguido ninguna de las normas o consejos que he leído últimamente por ahí. No tengo inversores ni socios. Sólo aceptamos alrededor de un 25% de los clientes que quieren trabajar con nosotros. No hacemos ningún tipo de comunicación. Normalmente tenemos mucho más trabajo del que podemos hacer y eso no es nada bueno. Pero conocemos muy bien cómo funciona internet, tenemos los mejores contactos, prestamos un servicio cojonudo a un precio razonable y la gente nos adora por eso. Lo digo sin demasiada modestia porque es verdad.

Este modelo no es aplicable a casi ningún otro negocio que conozca, incluidos los despachos de abogados. Aunque me sigo equivocando todos los días, he hecho muchas menos cosas mal que en negocios anteriores, porque sé cosas que antes no sabía, porque veo todos los días a gente equivocarse y, sobre todo, porque he tenido la suerte de contar con buenos amigos que han confiado incondicionalmente en mí desde el primer momento. Intenta crear un negocio basado en tener colegas y renunciar a tener más clientes. Seguro que te va de puta madre.

O mejor aún, vuelve a intentar seguir el consejo del experto que dice que sin inversión es imposible crecer y, al mismo tiempo, del que te aconseja que la mejor fuente de financiación son los clientes; trabaja tu SEO mientras gastas decenas de miles de euros en branding y acciones de comunicación en todas las redes sociales; contrata a los mejores expertos de usabilidad del planeta para que tu producto sea teóricamente perfecto cuando salgas. Itera. Producto, producto. FocusResiliencia. Noches en vela. Pactos de socios. Cuadros de mando, P&Ls, reporting. Toda esa mierda tan necesaria y de la que tanto he hablado en este mismo blog. Y cuando hayas hecho caso a mil prepotentes que, como yo, en algún momento han pensado que estaban capacitados para decirte lo que tenías que hacer y te hayas gastado todo tu dinero -y el de tus socios- para hacer un producto que nadie quiere o que Google ofrece gratis, coge el palo que llevabas antes y persigue a todos los que te daban consejos desde su atalaya o te han obligado a hacer cosas que nunca necesitaste.

Con esto quiero decir que aunque tenemos que mejorar mucho no nos obsesionamos por seguir los consejos de un tipo que creó una empresa distinta en otro continente hace diez años, porque creemos que hasta el más tipo más brillante, cuando tuvo que tomar sus decisiones, lo hizo conociendo su industria, apretando los dientes y echándole huevos.

No se trata de ser el más listo. No se trata de ganar mucho dinero ni conseguir el reconocimiento de gente a la que no conoces. No vas a cambiar el mundo y si lo haces sólo aumentarás el tamaño de tus enemigos. Pero si consigues crear algo de lo que te sientas orgulloso, que te permita vivir, levantarte todos los días con ilusión y te motive para seguir luchando, entonces habrás conseguido un éxito. TU éxito. Pero para eso no hace falta crear una empresa ni seguir a tipos con apellidos extraños que hablan de situaciones que se parecen a la tuya tanto como tu madre a Kate Upton. No aparecerás en la portada de Expansión ni mis amigos Carlos Blanco, Javier Martín o Mariano Amartino te dedicarán un post en su blog, o tal vez sí, quien sabe.

Si alguien me pidiese un consejo hoy, no se lo daría. Si ese alguien insistiese mucho o me amenazase con un palo, le diría que no emprendiese, porque si tienes que esperar a que alguien te convenza, eres un maldito imbécil y un gallina sin criterio, precisamente el tipo de gente al que van dirigidos la mayor parte de consejos que habrás leído hoy en blogs, revistas y seminarios superexclusivos.

Diviértete, coño, y envía a alguien a la mierda de vez en cuando. No heredarás la tierra y todo eso, pero te sentirás orgulloso de ti mismo y eso vale mucho más que una portada en Expansión.

10 comentarios sobre “Gallina

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  1. En general, lo peor de los posts de los blogueros del rollo este del emprendimiento es que generalizais mucho 🙂
    Dicho esto, me ha gustado mucho leer esto.
    Coincido en tu valoración de la importancia de los pequeños logros, especialmente en circunstancias adversas. Tienes razón en que hay mucha sanguijuela animando a la gente a tirarse a la piscina sin mirar si tiene agua o no para así aumentar el mercado de la consultoría para start-ups.
    Me encantaría un día contarte mejor lo que estamos haciendo y conocer tu punto de vista.

  2. Resulta gratificante leer este tipo de post porque en algunas cosas uno se ve reflejado. Creo que te ha faltado nombrar la palabra HONESTIDAD. Sí, honestidad con lo que haces, porque sólo haciendo lo que te gusta y de forma honesta, sumándole la cantidad de horas que tendrás que invertir en tu negocio, conseguirás que cada día tengas ganas de levantarte para ir a hacer lo que te gusta creyendo fervientemente que “te estas ganando la vida” sin engañar a nadie…. aunque no te hagas rico ni aparezcas en la portada de expansión.

    Yo siempre lo he dicho: me gusta tanto mi trabajo que lo haría gratis.

    Para mi, la riqueza se mide en el grado de confianza y fidelidad que recibo de mis clientes. Lástima que el banco no piense como yo… 🙂

    P.D. Espero que ningún cliente lea estas últimas líneas!! 🙂

    Saludos!

    1. Gracias Juan. Estoy de acuerdo, la honestidad es muy importante, pero hay trabajos que por ser honestos no dejan de ser una mierda. Por suerte no es nuestro caso : ) un abrazo y gracias por dejarte caer por aquí.

  3. Que bueno Luis:

    Es la primera vez que te leo pero me encanta lo que dices sobre lo que cuesta montar una empresa y sobre que tu debes ser tu propio maestro y escucharte a ti mismo antes de escuchar a nadie más.

    El esfuerzo personal y familiar que hay que hacer es lo que más te desfonda y es lo que más te engaña. Una vez hecho el esfuerzo nunca quieres cerrar aunque sabes de sobra cuando a tu empresa le ha llegado la hora. Ese es el mayor error. A partir de ahí solo tienes noches largas y esfuerzas yermos. Yo lo se bien, pues tampoco soy empresario de éxito

    Aunque leas 100 frases de motivación al día, no debes dejarte engañar, no emprendas por emprender. Sólo cuando sabes que algo es irrepetible y estàs dispuesto juramentarte para llevarlo a cabo poniendo tu vida en riesgo, es cuando no tienes perdón si no lo haces. Pero eso pasa una o dos veces en la vida.

    Gracias

    1. Gracias Juan. Mi perspectiva es un poco menos mística en cuanto a la visión y los juramentos pero me encanta que la gente comparta su pasión y luche por lo que cree. Yo casi todos los días tengo ideas por las que dejaría todo lo demás, pero eso no es ser emprendedor, ni siquiera creativo. Es ser un puto culo inquieto, lo último que necesitas cuando tienes que focalizar tus esfuerzos en un proyecto.

      Disfruta con tu proyecto. Espero verte de vuelta por aquí 🙂

  4. He descubierto este blog de casualidad (muchas cosas se encuentran o consiguen casualmente) y me ha gustado. No soy emprendedor ni tengo carácter para hacerlo (soy introvertido), veo los negocios como un mal necesario.
    Me ha gustado eso del garrotazo a los que dicen que fracasar mola e incluso hacen elogio de ello. Lo digo porque, pese a no ser emprendedor (lo único que emprendería sería un local de copas o discoteca… ya me diréis si eso es crear valor), lo que sí podria ser es su mano derecha, también he fracasado laboralmente varias veces y este post me ha venido muy bien.

    Creo que deberíamos no tener tantas expectativas y nos falta preparación, a la mayoría, para soportar el fracaso. Nos suele dar envidia, mucha envidia, cuando conocemos de gente que ha empezado su negocio y le ha ido bien y a nosotros nos ha ido como el culo… es duro, muy duro, levantarse. Ojalá pudiera tener un trabajo que me gustase, me pregunto si llegará algún día aunque al final todo se vuelve monótono y repetitivo por mucho que te guste (pero creo que el 50% de la gente está igual).

    La HONESTIDAD NO ESTÁ DE MODA (¿alguna vez lo ha estado?). En época de crisis, las empresas, lejos de humanizarse, aún se vuelven más salvajes. Somos seres que podemos producir, no robots mecánicos.

    Me parece un buen blog, por lo que he leído, no se vende la moto. Eso ya es mucho!

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